viernes, 31 de diciembre de 2010

Jailbreak y otras hierbas

Un fenómeno reciente, que no nuevo, es el jailbreak. Consiste en modificar un determinado dispositivo para que pueda aceptar software o modos de funcionamiento no previstos por el fabricante.
Uno parece ser una especie de delincuente por el mero hecho de desafiar a Sony o a Apple instalando y ejecutando aplicaciones no autorizadas por ellos.

Hace unos años, no muchos, algunos distribuidores y ensambladores vendían los PCs precintados con el aviso de que romper ese precinto suponía perder la garantía.
Algunas personas consideraban lógica esa limitación que, nos guste o no, tiene su razón de ser. Si abres un PC te lo puedes cargar. ¡Claro que sí!
Pero esto es como si un fabricante de coches te indicara como, por donde y a qué velocidad debes circular.
¡Oiga, que ha perdido usted la garantía de su coche por meterse por dirección prohibida!
¿Y qué tendrán que ver las gónadas para comer gramíneas?

Con los PCs pasaba lo mismo. Pero eso tenía una serie de problemas. El primero era que uno no tenía forma (fácil) de ver qué era lo que había comprado. Siempre puede verse por software qué es lo que un PC tiene montado pero ver como va cableado, o dispuestas las tarjetas, eso no hay forma de verlo más que a ojo directo. El segundo era que tampoco se podía ampliar o sustituir el hardware sin perder la garantía.
Bueno, sí. Pasando por el vendedor y cotizando en caja.

Los tiempos han cambiado, afortunadamente. Sin embargo algunos fabricantes aún viven en el siglo XX. O en el XIX, no sé. Existe un paradigma que es el hardware propietario.

Digamos que hay un consorcio de fabricantes que pretenden vendernos un hardware que sólo corra software aprobado por el fabricante. Si el que corremos no dispone de la marca de agua apropiada, nuestro hardware no funcionará. ¡Todo perfecto! Sería, como en el caso del coche, que la centralita viniese programada por la DGT y se nos calara el motor a la hora de entrar por prohibida o superar el límite de velocidad.


Poca gracia nos haría si tuviéramos que llevar a un enfermo a un hospital. O si el prohibido que nuestro coche se niega a franquear fuera la única opción por existir -por ejemplo- un corte provocado por una obra.

En fin. Que los fabricantes, como los políticos, nos toman por tontos y nos tratan como tales.
Lo único que podemos hacer es ser conscientes y NUNCA comprar hardware para el que no tengamos una libertad total de uso.
Las limitaciones nos las pondrán otros y será nuestra decisión respetarlas o no y afrontar las consecuencias. Pero nunca tener que esperar que nuestra máquina decida por nosotros qué está bien y qué esta mal. Aunque llevara razón.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El intrusismo en el sector

Si no recuerdo mal, la titulación superior en informática, en España, empezó bien entrada la decada de los ochenta del pasado siglo.
Hasta entonces, no sólo los "telecos", sino físicos, matemáticos e (extendiendo el área de influencia) ingenieros en general y titulados superiores en ciencias ocuparon los puestos de responsabilidad en el sector porque no había otra cosa. Desde entonces a ahora ha pasado un poco de todo.

Naturalmente es de lógica que sean titulados superiores en informática e ingenieros de telecomunicaciones los que se repartan el trabajo en este sector. Pero no por eso se ha de expulsar del sector a quienes no lo son pero han demostrado, bien por experiencia, bien por formación complementaria, habilidad y conocimientos suficientes como para ejercer su profesión con unos niveles de competencia más que adecuados.

Por eso yo a veces distingo, en todo cordial y amistoso por supuesto a los informáticos de carrera y a los informáticos chusqueros. Y cito del D.R.A.E.:
Dicho de un suboficial o de un oficial del Ejército: Que ha ascendido desde soldado raso.

A todos nos viene a la cabeza el sargento Arensivia. Sargento chusquero donde los haya. Ascendido a suboficial por antiguedad o por aburrimiento.

El informático chusquero no ha pasado por la facultad o escuela (o al menos, no por la que han pasado sus compañeros) y probablemente se ha ganado los galones a base de sudor y de realizar tareas poco reconocidas y mal pagadas. Pero no suele ser un mediocre. Tampoco se ha de menospreciar a los pioneros que empezaron a levantar las primeras redes y los primeros sistemas.
Por eso yo hago aquí una defensa encendida de los informáticos chusqueros. No somos intrusos, nos hemos ganado a sangre y fuego nuestro sitio y tenemos el mismo derecho que cualquiera a considerarnos informáticos.

Pero esto no quita para no admitir que lo que fue válido antes tiene que dejar de serlo en breve.
Es absurdo perder unos años de tu vida entre probetas y tubos de ensayo para luego trabajar con bits, bytes y bytecodes. No tiene sentido y es un desperdicio de talento y de dinero que nuestro país no puede permitirse. Y, además, contribuye a "encanallar" el sector y a tirarlo por tierra.
Una cosa es liberalizar y otra el c*** de la Bernarda.
Cuando voy al médico yo quiero que me trate un médico. No un biólogo. Que sí, que sabrá mucho de medicina y será muy buena gente. Pero las cosas han de ser como debe ser y los nuevos informáticos que se vayan incorporando al mercado deben ser informáticos. Y si sobran físicos, químicos y matemáticos, estos se tendrán que dedicar a otra cosa.

En fin, que acabo de poner una vela a Dios y otra al diablo...

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cómo alcanzar el éxito en el sector informático

Interesante artículo el publicado en "Adictos al trabajo". Os paso el link y os recomiendo su lectura.
Es muy interesante.
Como alcanzar el éxito

Roberto Canales Mora, el autor, enhebra bien lo que parece basado en su experiencia. Incluso lo plasma en una especia de comic.

La verdad es que es un ejemplo de superación, esfuerzo, audacia y supongo que, porque no, algo de suerte que nunca viene mal.
Volviendo al artículo "Cómo alcanzar el éxito en el sector informático" Roberto asemeja una catedral al estilo del Priorato de Kingsbridge. Es una exposición elegante y equilibrada. Tienes que tener unos buenos cimientos (formación), unos grandes contrafuertes (gente que te apoye) para ir creciendo y llegar al éxito.

Bueno, eso esta muy bien pero yo diría que deben darse unas condiciones tan específicas de forma simultánea en el tiempo y en el espacio que no todos los que -quizá- merecerían el éxito llegan a alcanzarlo.

A mí me gustaría tener una idea brillante como Mark Zuckenberg (o algo así) y crear Facebook. O como Larry Page y Sergei Brin que montaron Google. Incluso como Jerry Yang y David Filo, que antes que Google abrieron Yahoo.

Pero Google es EL buscador. Yahoo es sólo UN buscador. Pero no quiero apartarme del tema.

En informática se puede triunfar. Hay que trabajar duro, tener buenas ideas y algo de suerte. Pero ahí fuera te están esperando con el cuchillo desenvainado para insertártelo en el tercer espacio intercostal. Así que no es tan bonito como algunos pintan. Sí, sí, esfuerzo, formación... y terminarás, con suerte, arreglando impresoras. Menudo destino.

Recuerdo una de las primeras escenas de la película "La vida de los otros". En la academia de la Stasi un joven aspirante pregunta a su profesor si no será demasiado duro el trato a los detenidos.
El profesor, marca una x junto a su nombre. Después de eso el espectador se pregunta si el alumno simplemente nunca habría de superar la formación como agente o si directamente sería enviado a un programa de reeducación en algún Gulag de la Unión Soviética.

¿Hay que ser un hijo de .... para triunfar en el sector informático en España? Dejémoslo en que no es condición indispensable pero que... todo ayuda.

martes, 7 de diciembre de 2010

Huelga de controladores. ¿Para cuando una de informáticos?

El puente de la Constitución de 2010 pasará a la historia como aquel en que, en democracia, se activaba en España el estado de alarma. El motivo fue la huelga salvaje, encubierta eso sí, de los controladores de vuelo.
No entro a valorar la cuestión pero mi pregunta es, ¿qué pasaría si en España se hiciera una huelga salvaje de informáticos?

Por suerte o por desgracia, los informáticos que nos preciamos de serlo presumimos de la estabilidad de nuestros sistemas. O, dicho de otra manera, muy malos informáticos seríamos si nuestros servidores necesitaran de nuestra presencia física para funcionar.
Gracias a eso, podemos enfermar, tomarnos días libres e irnos de vacaciones y nuestros ordenadores seguirán funcionando. Evidentemente eso nos distingue de los controladores. Un controlador no puede dejar un avión en el aire e irse a su casa esperando encontrarlo al día siguiente donde lo dejó.

Por tanto, si todos los informáticos de España decidiésemos ir a la huelga, de forma simultánea y total probablemente no pasaría nada al principio. No sería necesario que el gobierno nos militarizara ni insinuase posibles delitos de sedición.

Ciertamente podriamos apagar los sistemas o bloquearlos antes de abandonar nuestro puesto de trabajo lo cual posiblemente fuera incluso delito. Por supuesto, rechazo cualquier forma de protesta basada en tales acciones.


No obstante, la caída de determinados servicios informáticos, estrangularía la actividad del país. No sólo la económica. No digo que los informáticos debamos dar por donde amargan los pepinos al resto del país para defender nuestros "privilegios" (cobrar sueldos de miseria en condiciones precarias aguantando impertinentes) pero habrá que valorar si, como otros colectivos, no merecerá la pena poner un día al país contra las cuerdas y forzar al gobierno a ponernos en estado de alarma. O de excepción. O de sitio. Para que se hable de nosotros, aunque sea mal.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Reiniciar un servidor

Bueno esto no es tan malo.

Si es posible se hace en remoto, desde casa (si te dejan) a deshoras. No incordias a nadie, no te incordian a tí y te sirve de excusa para llegar más tarde al día siguiente o escaparte antes a la hora de salir.
Vale.

A veces hay que reiniciar en mitad de la jornada porque, por lo que sea, el sistema empieza a ir lento y la gente a quejarse. A mí (modestia aparte) no me suele pasar mucho. Pero algunas veces sí

El caso es que a veces te toca reiniciar un servidor crítico. Uno de esos que casi no te atreves a tocar. Sientes como un respeto reverencial ante él porque sabes que es el centro neurálgico no sólo de "tu" sistema, sino también de la empresa.

Y cuando lo haces y estás haciendo un ping sostenido para ver cuando vuelve a subir hay un momento en el que sientes una opresión en el pecho. Te cuesta respirar y notas como las venas palpitan en tu cuello porque,
¿y si no arranca? ¿Y si ya no vuelve a reiniciar?

En una ocasión me avisaron porque un servidor estaba pitando. Tuve la (in)feliz idea de reiniciarlo y, para ser sinceros, no recuerdo exactamente el mensaje de error que daba pero había fallado la tarjeta RAID. Lo supe porque mientras arrancaba se cargó toda la información que había en los discos.
Fascinante.

Prometo abrir otra entrada para contar esta "batallita" que resolví razonablemente bien a base de tiempo, dinero y dolores de cabeza. Suerte que tenía un backup bastante bueno.

En cualquier caso, siempre tengo en la cabeza estos datos:
El periodo máximo de inactividad que puede soportar una empresa sin poner en peligro su supervivencia es de:
- Sector seguros: 5,6 días
- Sector fabricación: 4,9 días
- Sector industrial: 4,8 días
- Sector distribución: 3,3 días
- Sector financiero: 2,0 días
(Tomado del capítulo 5 del "Libro Electrónico de Seguridad Informática y Criptografía" autor: Jorge Ramió) Criptored (Libro electrónico)

Esto también daría para otra entrada, pero vuelvo a lo que intentaba expresar: la ansiedad que se sufre cuando reinicias un servidor, crítico, ante la perspectiva poco probable pero no imposible de que el proceso de reinicio pueda poner de manifiesto algún problema que termine poniendo el servidor fuera de juego.

Cuando por fin ves que levanta y puedes comunicar a todo el mundo que pueden volver a entrar, exhalas un suspiro de alivio y te preguntas cuando será la próxima vez.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Los dedazos grasientos.

¡Me dan hasta asco!

Hay una cosa que no aguanto y es ver una pantalla de ordenador llena de manchas de grasa. Ahora, con las TFT es menos aparente. Antes con la CRT era aún más asqueroso si cabe.
Pero, vamos a ver, ¿qué necesidad hay de plantar los dedazos grasientos en la pantalla del PC? Sobre todo cuando es la pantalla del PC de otra persona a la que no le gusta.

El aspecto de una pantalla llena de dedazos, de verdad que me da nauseas.

Yo seré un maniático, pero JAMAS toco una pantalla con el dedo. Señalo, me aproximo y utilizo un bolígrafo o lo que haga falta. No un dedo. Porque mis dedos, como los de todo hijo de vecino, tienden a engrasar el teclado y el ratón pero de momento no hay más solución que el agua jabonosa regularmente.

Pero sé que esta batalla la tengo perdida. Ahora, con los dispositivos táctiles, el "dátil" es un periférico más. Y más que lo va a ser. En los GPS o en los smartphones ya es una realidad. Y si Microsoft le da una vuelta de tuerca más a la cuestión y los fabricantes de monitores se ponen a ello, todos andaremos estampando los dedos en nuestras pantallas como la cosa más habitual.

Bueno, quizá haya alguna oportunidad de negocio por ahí; fundas para las puntas de los dedos o algún sistema que higienice la pantalla después de cada uso.

Pero yendo más allá, a veces un ordenador es el reflejo de su usuario. Y muy especialmente los portátiles donde ordenador y teclado son la misma cosa.

Cuando trabajas con el ordenador -y en el portátil mucho más-, manchas el teclado de grasa con los dedos (inevitable), cae algún pelo de la cabeza (casi inevitable), si estás constipado puedes incrustar algún proyectil en la pantalla que tienes enfrente (evitable, sin dudas) pero si llenas de ceniza o de migas el teclado y tiras café o coca-cola por encima entonces eres un poco cerdete.

A veces me he encontrado teclados con unas manchas por encima que casi mejor he preferido no intentar averiguar su origen no fuera a ser que no me gustara lo que descubriera. Ya sabemos que hay páginas web que se visitan navegando a una sola mano...

jueves, 11 de noviembre de 2010

Para eso, mejor ni molestarse...

El otro día caducó mi antivirus corporativo. Es un antivirus que podía llevar instalado más de cinco años. No sé quién lo instaló, ni qué licencia corporativa lleva, ni nada. Sólo sé que ha caducado.
No me preocupa demasiado porque es sólo un elemento, y ni siquiera el más fuerte, de la línea de defensa. Además, que haya caducado no significa que haya dejado de funcionar. Es sólo que, poco a poco, irá perdiendo eficacia de modo gradual; lo cual me da tiempo para poder plantear opciones.

El caso es, lógicamente, antes de pensar en otras alternativas conviene hablar con el fabricante del software para ver si hay alguna posibilidad de renovar o ampliar licencias. Naturalmente, habida cuenta del tiempo transcurrido, contaba con que en el mercado ya no iba a encontrar el mismo producto sino alguno similar. Siempre dentro de la misma marca.

Después de revisar exhaustivamente su web y terminar más perdido que cuando empecé, intenté llamar a la atención al cliente. Estas cosas me gustan, porque como das a entender que quieres gastarte dinero te hacen la pelota. Como en "Pretty woman".
Y, es verdad. Habrá que hacer una inversión relativamente importante y de valor estratégico y eso exige un proceso de documentación bastante importante. Pues que mejor que pedir a nuestro antiguo proveedor que nos asesore sobre qué producto implantar en nuestra organización. Un caso de libro de teoría de ventas. El posible comprador llama a tu puerta. ¿Qué mas se puede pedir?

Cuando marqué el número, por supuesto, no me salió una "persona humana" sino el típico contestador que me fue pasando de opción en opción hasta que al final me dijo:
- Lo siento, no podemos atenderle. El teléfono de atención es el...

Vaya por Dios. Me tuve que tragar todo el rollo para, por fin, que me dieran el otro teléfono.
Bueno. Adelante con ello.
Pues después de elegir otros no sé cuantos niveles de opciones me termina diciendo que el número no está operativo y que consulte en la web. Mi pobre teléfono inalámbrico por poco no fue estampado contra una pared. Pero mantuve la calma a duras penas y me metí en la misma web donde no había sacado nada en claro la vez anterior.

Y, así de rebote, llegué al chat. Me puse a chatear con un técnico que, muy amable, me indicó que no me podía atender. Después de insistirle y de contarle toda mi aventura accedió a darme otro teléfono que, por supuesto, probé. El tercer teléfono, como era de esperar, después de contestar las típicas opciones de "marque el 1 para esto, marque el 2 para lo otro" me terminó derivando al otro teléfono. El que no funcionaba.

Al día siguiente llamé a la central de la compañía en Madrid asumiendo que me lo cogería una recepcionista. Así fue. La recepcionista fue muy amable y me dió otro teléfono más, informándome que en ese número atendían a partir de las 13:00 ¡Buen horario, pardiez!

(Evidentemente era un call center no europeo donde tendría suerte si me atendía alguien con un nivel de español razonable)

Llegado el momento conseguí hablar con una teleoperadora que me soltó un breve discurso en inglés.
Entiendo algo de inglés pero, caramba, había llamado a un número de Madrid y esperaba hablar en castellano. La operadora tuvo la decencia de hablarme en mi/su idioma que era el mismo, a pesar de su agradable acento caribeño. Bueno, no estuvo mal del todo.

Después de una charla entretenida, me mandó un correo electrónico con una información insuficiente, inexacta y, al estilo Microsoft, técnicamente correcta pero absolutamente inútil.

Puedo, tras esto, intentar contactar con un partner dado que la comunicación directa con la empresa ha sido un fracaso absoluto. Sin embargo, ya que estamos en estas, ¿porqué razón debería seguir con este software?
Si para gastarme el dinero con ello no me han dado facilidades, ¿me las darán si tengo algún problema?

Salvo cosa rara, han perdido un cliente. Por eso decía que tanta web de soporte, tantos teléfonos de atención al cliente para dar un servicio absolutamente patético. Para eso, mejor ni molestarse.

miércoles, 20 de octubre de 2010

El jefe gran hermano

Tuve la desgracia, algunos años atrás, de sufrir a un impresentable que me pusieron como jefe en un CAU.
Este individuo era un maleducado, un incompetente y un engreído. Y además de eso era desconfiado.

Normalmente cuando empiezas a trabajar con alguien le das el beneficio de la duda, aún cuando el comienzo no haya sido, digamos, demasiado afortunado. Pero a este individuo no había por donde cogerle. Aunque no me cabe la menor duda de que su enchufe tenía muchos, pero que muchos voltios.

Era, como decía antes, un maleducado.
Si tenias que hablar con él, no se cortaba en echarte encima el apestoso humo del tabaco aunque supiera que tú no eras fumador.
Si estabas hablando con un compañero irrumpía en mitad de la conversación, interrumpiendo.
Si te llamaban por teléfono, nada más colgar preguntaba quién era.
Si estabas atendiendo una incidencia, podía llamarte cada cinco minutos para preguntarte con qué estabas.


Al final, terminabas comunicándote con el compañero de la mesa de al lado por e-mail. Un departamento donde siempre había habido buen rollo, terminó convirtiéndose en un lugar sombrío, silencioso, donde nadie levantaba la cabeza del ordenador.

En una ocasión había que hacer una intervención un sábado. Me hacía poca o ninguna gracia pero no puse objeciones a participar puesto que él y yo sólos, podíamos resolver el tema. Sin embargo él insistió en que acudiese TODO el equipo. Yo intenté razonarle que dos personas eran suficientes y que no había necesidad de hacer venir al resto de compañeros y estropearles el sábado. Pero no hubo forma y tuvo que venir todo el mundo.

Claro, una vez "pillas" pero dos ya no. En la siguiente movida, cuando quiso reclutar a toda la "peña", hubo un compañero que se excusó alegando que tenía cosas que hacer.
- ¿Pero qué tienes tú que hacer el sábado? - le preguntó

El compañero fue elegante y le respondió con mucha diplomacia, pero faltó un pelo para que le soltará algún exabrupto de alto calibre porque era justo lo que se estaba buscando.



Pero a todos los cerdos les llega su San Martín y este individuo enfermó y estuvo de baja bastantes semanas.
Cuando se reincorporó, vino dando por supuesto que su larga ausencia habría dejado el CAU poco menos que inoperativo y que los usuarios estarían anhelando su regreso para que los niveles de servicio volvieran a lo habitual.

Como era de esperar, tuvimos que hacerle ver no sólo que no era imprescindible sino que, de hecho, estaba sobrando. Durante su ausencia, el equipo no sólo había funcionado perfectamente sin necesitarle, sino que todos los indicativos de rendimiento (incidencias atendidas, resueltas y plazos) habían mejorado notablemente, los usuarios estaban absolutamente contentos del funcionamiento del CAU y teníamos todo como la patena.

Y creo que sigue sobrando...

viernes, 15 de octubre de 2010

Trabajar contra corriente (IV)

En la guerra, los errores y manías de los generales suelen pagarlas los soldados.
En TI, son los técnicos los que las pagan. Pero, vaya, a uno le remuneran ocho horas de trabajo y hay que cumplirlas aunque se sepa que la labor desarrollada no sirve para nada.

En una de mis etapas (felizmente superada) como técnico, en mi lugar de trabajo había un arquitectura muy heterogénea. De hecho había dos servidores Digital con Unix.
Uno de ellos (llamémosle A) corría una aplicación "legacy" y el otro (el B) únicamente se utilizaba para hacer la copia de seguridad.

La copia de seguridad se hacía en dos partes. Pero en lugar de hacerse secuencialmente, se hacía en paralelo aprovechando que al servidor B todavía le funcionaba la unidad de cinta y la tarjeta de red. La única ventaja era la comodidad porque el servidor B en lugar de tirarlo a la basura lo mantuvieron haciendo una función de unidad de almacenamiento externo. Ni más ni menos.

En realidad, al servidor B una vez también se le averió la unidad de cinta, una DLT. No hubo problema, se montó una unidad DLT nueva (reparada) y siguió funcionando hasta que, algunos meses más tarde, dejó de funcionar. Se le cambió la cinta, pero sin resultado.

Yo le expliqué a mi jefe lo que he contado aquí: que era un servidor que nunca estuvo bien, que el único rol que le quedaba por representar era el de tener una segunda unidad de cinta y que los operadores de la aplicación no tenían ningún inconveniente en hacer ambas copias de seguridad sobre el mismo servidor porque la primera de ellas apenas tardaba. Pero no sirvió de nada. Se le metió entre ceja y ceja que había que repararlo.

Aquí, a la joya, no había por donde meterle mano. No tenía vídeo y por red (por Telnet) no había forma de conectarse. Dada mi "incompetencia" enviaron a otro técnico que se trajo un terminal del año de Maricastaña. Estuvo soldando cables para el conector y lo enchufó. No hubo forma.

Pero mis jefes no tiraron la toalla y decidieron llevar la máquina a laboratorio. El transportista y yo sudamos para meterla en la furgoneta. Pero sudamos en sentido literal. Y llegó a laboratorio. Y laboratorio dictaminó lo mismo que yo dije al principio: la placa base está mal, no hay repuesto y repararla es antieconómico.

Unas cuantas horas y dinero perdido para intentar reparar un servidor ya descartado años atrás.El servidor volvió a su sitio (otra sudada para bajarlo) y hasta que yo me fui realizó una importante función como mesa auxiliar y asiento para visitas.

La importancia de la disciplina. Pero sin pasarse. (II)

Si habéis leído la entrada La importancia de la disciplina. Pero sin pasarse. (I) más o menos os he puesto en antecedentes de qué marco metodológico creo conveniente para el trabajo en TI.
Podremos discutir sobre si es mejorable, incompleto, obsoleto o lo que sea. Pero funciona y da resultados.
Lo que no da resultado es la chapuza y ahora os cuento una de mis experiencias en este mundillo.

En una de las empresas en las que trabajé conocían ITIL. Como también podrían conocer la teoría de la relatividad o el teorema de Fermat. Pero trabajaban con una aplicación obsoleta cuyo nombre no diré para no dar demasiadas pistas. Pero el problema no era la aplicación que podía ser más o menos limitada sino la organización en sí, que decía dedicarse a informática como podría haberse dedicado a vender pastillas de freno.

En una ocasión me pidieron un módulo de memoria para un ordenador. Trabajo fácil, no tenía ni que desmontarlo. Simplemente dárselo en mano a otro técnico y luego irnos a tomar un café.
Bien. Yo tenía un módulo pero no servía y por tanto pedí el part number a mi compañero y, con ese part number, marca y modelo del PC y solicité la pieza en cuestión.

La pieza llegó. No era. Vaya por Dios. Bueno, no se acaba el mundo. Haces todo el procedimiento de devolución y vuelves a pedirla. Esta vez, para que no hubiera errores, escaneé el módulo por las dos caras y lo mandé por correo electrónico.

La pieza llegó. No era. Cachondeo generalizado.

Así que me cogí la memoria, me fui personalmente al almacén y me aseguré de que me dieran la memoria exacta. Para eso, sobraba la aplicación, sobraba el personal de almacén y sobraba la empresa en general.
Me hubiera sido más barato irme a la tienda de la esquina, comprarla yo y pasarla por hoja de gastos.

La importancia de la disciplina. Pero sin pasarse. (I)

A lo largo de mis años en esto he adquirido una percepción supongo que razonablemente acertada de hasta donde se debe ser meticuloso, sistemático y ordenado.
Un régimen de trabajo cien por cien burocratizado, donde para mover un tornillo haya que rellenar ocho formularios, donde haya que documentar hasta el nombre de soltera de la madre del técnico que ha realizado cada intervención no será funcional y consumirá más tiempo y energías hacia dentro que hacia afuera.
Por el contrario, un sistema del tipo "aquí te pillo, aquí te mato" pues tampoco será precisamente deseable en un entorno donde se pretenda una aproximación significativa a eso que se llama "excelencia".

Como siempre, el sentido común debe mandar.


Cito de la Wikipedia: ITIL

La Biblioteca de Infraestructura de Tecnologías de Información, frecuentemente abreviada ITIL (del inglés Information Technology Infrastructure Library), es un marco de trabajo de las buenas prácticas destinadas a facilitar la entrega de servicios de tecnologías de la información  (TI). ITIL resume un extenso conjunto de procedimientos de gestión ideados para ayudar a las organizaciones a lograr calidad y eficiencia en las operaciones de TI. Estos procedimientos son independientes del proveedor y han sido desarrollados para servir como guía que abarque toda infraestructura, desarrollo y operaciones de TI.

El marco ITIL es realmente impresionante pero esencial en organizaciones grandes. No voy a describirlo ni a comentarlo porque, primero es un coñazo. Segundo, yo todavía no lo he visto aplicado en ninguna organización. Es como el monstruo del Lago Ness. Todo el mundo dice que lo ha visto pero nadie ha podido demostrarlo.

Sin entrar en profundidades, ni siquiera las del famoso lago de Escocia, yo entiendo que uno debe rodearse de un sistema tal que le ayude, no que le frene. Si el sistema me ayuda a buscar un driver, un tornillo, un CD o un procedimiento y me ahorra tiempo buscándolo, es un buen procedimiento.
Si, por el contrario, el procedimiento consume mucho más tiempo del que ahorra, es un mal procedimiento.

(Continuará)

martes, 12 de octubre de 2010

Trabajar contra corriente (III)

Somos informáticos. Algunos somos tan ingenuos que nos gusta nuestro trabajo e intentamos hacerlo lo mejor posible sólo por cumplir con nuestro propio concepto de profesionalidad.
Además, somos tan majos que algunas veces nos convertimos en chicos para todo. Es lo que tiene. Si podemos reparar un PC podemos reparar cualquier cosa. Ya se sabe que si tiene cable, es de informática.

En una ocasión nos entró una incidencia por correo electrónico:
- El microondas no funciona.

El departamento de sistemas al completo soltó una enorme carcajada ante las miradas estupefactas del resto de la organización.
- ¿Pero vosotros no lleváis el tema de los microondas?


De todas formas, este tipo de cosas realmente no deben molestarnos. Como tampoco que nos llamen para cambiar el tóner labor que, como todo el mundo sabe, requiere haber hecho un máster en ingeniería nuclear.

Aún así, quizá el contacto con los bites y los bytes y la exposición a Microsoft puede que nos haya debilitado las meninges los suficiente como para que, alguna vez que otra, nos haya tocado descargar un camión o mover mesas. Pero bueno, no se nos caen los anillos y cuando nos piden las cosas por favor tampoco nos negamos.

Otra cosa, mucho más grave, es que consideren que parte de nuestro trabajo es ser transportistas. Por obligación.
Y eso es lo que pasaba en una empresa en la que estuve. Después de muchas discusiones, tira y aflojas y malas caras, yo conseguí imponer mi criterio: el CAU sólo movería aquellos equipos que debieran ser instalados, reinstalados, ampliados o reparados.
No obstante algunos meses después me impusieron un nuevo jefe cuyas ideas distaban bastante de las mías y consiguió de un plumazo, tumbar lo que yo había conseguido. Además, de la misma tacada, había conseguido que yo fuera el "negativo" y él convertirse en el "positivo". Fantástico, oyes.

El CAU movería ordenadores siempre y cuando fuera dentro del mismo edificio. Entre edificios lo haría servicios generales. Así, si a algún mentecato se empestillaba a probar a ponerse mirando a poniente para ver si estaba más a gusto, ahí estaba el imbécil del CAU a moverle el equipo.

Pero pasó que un día alguien necesitaba un equipo. Y el equipo estaba, precisamente, en el otro edificio. Mi "queridísimo" jefe me pidió que me hiciera cargo de la incidencia y así lo hice. Lo preparé y me dispuse a esperar a que servicios generales me llevara el equipo. Ambos edificios estaban contiguos pero no comunicados entre sí y había que ir por la calle. Prácticamente nada.


Sin embargo, esa tarde no había nadie de servicios generales.
- Lo siento, no puedo terminar la incidencia. No hay nadie que me lleve el PC
- ¿Y no puedes llevarlo tú?
- Pues podría. Pero es cosa de servicios generales, que bien que les gusta a ellos restregarnos por la cara cuales son nuestras "obligaciones"
- Bueno, pero hazlo como un favor
- A mí nadie me hace favores. Y si lo muevo hoy, la próxima también me tocará. A mí o a otro compañero. No lo voy a mover.

Mi "queridísimo" jefe tuvo que ir por la calle con el PC debajo del brazo y yo no moví un dedo hasta que no me avisó de que estaba en su sitio. Si el tenía por costumbre bajarse los pantalones me parece muy bien. Pero yo, no.

sábado, 9 de octubre de 2010

Los portátiles. Haciendo difícil lo fácil.

Uso el término portátil con mucho cuidado porque hoy en día tenemos en el mercado desde los ultraportátiles o subnotebooks, hasta equipos con unas prestaciones y tamaño considerables.
Pero todos tienen en común algunas cosas que ahora comentaré.

Para empezar no existen los portátiles clónicos. Bueno, por ahí está la marca Advent que es lo más aproximado a un clónico que conozco pero, en cualquier caso, el mercado de portátiles está casi copado por marcas, que además en algunos casos son especialistas en portátiles como podrían ser Toshiba o Sony. Y perdón por hacer publicidad.

Pero eso no es lo que me ha llamado la atención, desde el punto de vista de "La dura vida del informático". Lo que me llama la atención es como salen los portátiles de la caja.

Para empezar, lo normal es que te "cuelen" el S.O. de Microsoft, te pongas como te pongas, sobre todo si compras en El Corte Inglés, Media Markt o Carrefour. Pero, vaya, ese tema tampoco me parece técnicamente relevante. Siempre puedes ir a la web de Dell y hacerte tu portátil a tu gusto o, si somos más exquisitos, a Apple.

El caso es que estrenas tu flamante portátil, corres una pequeña aplicación para configurarlo para el primer uso y, ¿qué te encuentras?.
Lo primero y principal es que, probablemente, te hayan preinstalado una versión de Office y un antivirus en versión de prueba. Con lo cual, desde el punto de vista profesional, lo primero que haces es quitarlo. Un equipo nuevo y ya estás desinstalando cosas. Que sí, que no pasa nada, pero ya estás cacharreando y te da la sensación de que el nuevo portátil ya no está absolutamente inmaculado.

Pero si en lugar de trabajar en esto eres un particular que estrena su primer ordenador, posiblemente te encuentres, una vez agotado el periodo de prueba, que debes pagar por el software que, irreflexivamente has estado usando y que pensabas que ya era tuyo por el mero hecho de comprar el portátil. No diré que sea un fraude, pero es engañoso para el usuario poco experimentado.

Volviendo al tema profesional descubres -especialmente si usas XP- que en la parte inferior derecha de la barra de tareas han aparecido, a veces, más de diez iconos. El software de gestión de la webcam, el del touchpad, el de la wifi, el de la gráfica, el del bluetooth, el de las baterías, el silenciador del CD...
Y, es altamente probable que integrado con el escritorio tengas algún iconito del fabricante del ordenador para gestionar el correo, la grabadora de DVD, el navegador, etcétera.

Puede que yo sea un poco radical pero todo eso es basura inútil. El usuario no lo va a utilizar y finalmente termina dando problemas.

Pero lo peor de todo es una nueva moda que ha corrido como la pólvora: no dar DVD de recuperación. Teniendo en cuenta el valor físico del soporte DVD está práctica sólo tiene un adjetivo: MISERABLE.

En una partición oculta, el fabricante pone el software para que el propietario se cree por sí mismo sus propios DVDs de recuperación. Me encanta la filosofía de Ikea... siempre y cuando pueda elegirla voluntariamente, no cuando me la imponen.
A saber cuantos propietarios, por desconocimiento, desidia o torpeza no han perdido para siempre su valioso software de recuperación por el que, además, pagaron.

Aún así, hay propietarios minuciosos dispuestos a obtener, antes de nada, los DVDs de recuperación siguiendo las instrucciones del programita instalado al efecto. Si estamos hablando de ultraportátiles... ¡no pueden, porque no llevan regrabadora!. Que no intenten con una unidad USB porque no funcionará. Comprobado. Que no intenten con una unidad compartida en red porque no funcionará. Comprobado. ¿Qué pueden hacer entonces? Pues no hay más narices que comprarse la docking station del fabricante con lo cual hay que volver a pasar por caja y resulta que el subnotebook ya no es tan barato como parecía.

Y hablando de particiones, el "iluminado" que decide la partición de los discos duros de algunos portátiles debería estar en la cárcel. Se encuentra uno con discos de 300 GB con particiones de 25 GB para el sistema operativo. En cuanto el usuario instala cuatro programas se encuentra con el disco lleno.

Y si todo esto acontece sobre un ordenador sobre el que corre un Windows Vista, entonces empiezas a plantearte seriamente si cortarte las venas o arrojarte a la vía del tren.

He reinstalado varios portátiles con sus correspondientes CDs o DVDs de recuperación y han funcionado bien... al principio. Pero he adoptado una nueva política. Ahora, cuando tengo que hacerlo, instalo un XP o un 7 limpios, desde cero. Me quito toda la morralla de los fabricantes, que no es más que software redundante y casi siempre innecesario. Y los resultados, de verdad, suelen ser estupendos. Particiono como quiero, el portátil va más rápido, el usuario trabaja más a gusto y al menos sabes qué es lo que está corriendo en segundo plano.

domingo, 3 de octubre de 2010

Trabajar en el sector informático (III). Enemigos ocultos.

Vaya por delante mi absoluto respeto y agradecimiento hacia el personal de limpieza que con su importante labor, consigue que todos disfrutemos de un entorno laboral agradable.
Mis disculpas también, en nombre del colectivo informático, porque a veces somos un poquito dejados y dejamos las huellas de nuestro trabajo en las mesas, en el suelo y en lugares realmente insospechados.

He llamado a esta entrada Enemigos ocultos. Por favor, que nadie vea animadversión, menosprecio u hostilidad sino justamente todo lo contrario. Ya se sabe que los informáticos y el personal de limpieza es lo que las empresas suelen subcontratar. Sólo por esa razón, debería surgir una camaradería espontánea entre ellas y nosotros.

Digo ellas porque casi siempre son mujeres. No entro a valorar un eventual transfondo machista de la cuestión, me limito a constatar que casi siempre son mujeres quienes adecentan nuestros espacios de trabajo con la mejor de sus intenciones. Pero eso, a veces, resulta un problema.

En alguna ocasión, si no estoy en mi puesto de trabajo y escucho como limpian el teclado de mi ordenador inmediatamente mi corazón empieza a latir desbocadamente. ¿Bloqueé el equipo antes de levantarme de la silla? Si no lo bloqueé, ¿tendría en pantalla un escritorio remoto de algún servidor critico? ¿Tenía una consulta drop critical_table a falta de hacer el commit?

Hace unos años, un viernes por la tarde, nos las prometíamos muy felices. La comida con los compañeros era casi el acto de cierre semanal y prácticamente estabamos esperando la hora de la salida para marcharnos cuando nos llamaron para informarnos que determinado sistema informático crítico no funcionaba.

Tras la revisión in situ, aparecemos en la sala de servidores y nos la encontramos en un silencio sepulcral. ¡Todos los servidores estaban apagados!
Que no cunda el pánico. Levantémoslos uno por uno según el procedimiento establecido.

Dicho procedimiento podía tenernos como media hora arrancando el sistema debido a que había que arrancar las máquinas en un orden determinado, esperar que se levantaran determinados servicios, meter algunos passwords, etcétera.

El caso es que cuando teníamos uno o dos servidores arrancados, el automático volvía a saltar.
Revisamos los cuadros de luces por varias plantas y todo parecía supuestamente en orden. Sin embargo el famoso cuadro diferencial saltaba cada vez que lo conectábamos. No podíamos seguir adelante y estábamos poniendo en peligro la integridad de las propias máquinas.

Vete a buscar al electricista un viernes por la tarde... pero lo encontramos. Se viene con nosotros, cambia el automático y... ¡sigue saltando! Algunas maldiciones, algunas pruebas más y, después de verificar todo lo verificable aislamos el problema.

Uno de los enchufes de la sala, encastrados en el suelo, estaba húmedo. Y estaba húmedo porque alguien había estado fregando y no había escatimado agua ni lejía.
Por tanto, estaba comunicado, saltaba y tiraba toda la red eléctrica. Obviamente el SAI se había agotado rápidamente mientras nosotros estábamos comiendo (nada de alarmas, ni SMS, ni nada) y terminada la alimentación, todo se había venido abajo.

El electricista sustituyó el enchufe que, eso sí, estaba reluciente y desinfectado y pudimos comenzar la secuencia de encendido sin problemas. Por supuesto, como podéis imaginar, contestando cada cinco minutos una llamada de teléfono preguntando cuando iba a funcionar el sistema.

Tuvimos suerte, la verdad, porque a las diez de la noche ya habíamos terminado. Pero si pillamos a la persona responsable del desaguisado, una colleja si que se lleva.

En otra ocasión, teníamos un problema de telefonía bastante molesto. Varias extensiones hacían un ruido horrible que a veces obligaba a pedir al interlocutor que repitiera sus palabras.
Esto era incómodo pero llevadero. Hasta que algunas extensiones empezaron a fallar.
Más divertido aún, algunos teléfonos simplemente sonaban y sonaban y no había forma de hacerlos callar. Pero, lo que fue peor es que, finalmente la centralita se bloqueó y ya no funcionaba ninguno de los teléfonos de la oficina.

¿Qué había pasado? Esto lo supe algo después.

Teníamos un repartidor Krone en una bajante. En su momento hubo una avería de agua y el repartidor recibió lo suyo. Cuando lo desmontaron para sustituirlo, había contactos quemados y sulfatados lo que explicaba tanto los problemas en las extensiones como los propios bloqueos de la centralita que, de hecho, pudo haber sufrido daños permanentes debido a estos cortos.

Quitaron el repartidor y lo colocaron -a petición mía- fuera de la bajante. Estéticamente horroroso pero funcionalmente perfecto. Desde aquel momento no hubo ningún problema, no falló ninguna extensión y la centralita no volvió a bloquearse.

Y aunque no ha sido experiencia directa mía, me consta que ha habido averías eléctricas provocadas por mordeduras de rata. Como decía, a veces los informáticos tenemos enemigos ocultos.

viernes, 1 de octubre de 2010

La lacra del spam, y como ayudar a que haya más y más

Hace poco leí que habían denunciado a una empresa porque envió copias de un correo a un montón de gente y, todo el mundo supo las direcciones del resto de destinatarios.
Pues, LOPD, sanción, etcétera. Lo normal.

Pero, claro, el responsable de ese mailing no hizo más que lo que haría cualquier usuario normal, no ya en la empresa sino en su casa.

Cuando te llega un chiste gracioso, lo mandas a toda tu lista de contactos. Y si tiene 10 MB, mucho mejor. Y si, además, es una cadena de esas de "pon tu dirección de correo al final", entonces ya es el rien ne va plus.

Así que en poco tiempo, tu dirección de correo acaba en manos de spammers de vete-tú-a-saber-donde que la usarán con tanta asiduidad que hasta recibirás correos de tí mismo, proponiéndote negocios, venta de viagra, cobro de herencias, etcétera, etcétera.

Yo he llegado a una determinación. Tengo una cuenta-basura para que mis amigos y familiares me manden toda la porquería que encuentren y otra, de verdad, para cosas serias y comunicarme con gente que entiende el correo como una herramienta útil y no como un canal de distribución de chistes.

La verdad es que los servidores de correo están incorporando técnicas anti-spammer muy buenas. Pero hay una, la mejor, la más fácil y barata que casi nadie la usa:

LA COPIA OCULTA DE CORREO.

La copia oculta de correo es como el carril derecho de las autopistas. Nunca se usa.

Sin embargo, a base de sanciones y de spam la gente va dándose cuenta que la dirección de correo electrónico de una persona o una empresa no debe ser divulgada a terceros sin control.
Y algunos usuarios "avanzados" empiezan a usarla tímidamente después de recibir sesiones intensivas de los departamentos de sistemas intimándoles a usarla de forma habitual.

Lo de hacer que la gente vaya por el carril derecho de las autopistas... eso es más complicado.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Trabajar en el sector informático (II). Las entrevistas.

Se podría escribir un libro sobre entrevistas.
En las muchas que yo llevo realizadas he llegado a una serie de conclusiones:

Quién redacta el anuncio no tiene ni idea de lo que quiere.
Que tu perfil profesional se adapte a los requerimientos del puesto es casi siempre irrelevante.
La posibilidad de que el tipo que te esté haciendo la entrevista sepa desde el principio que no te va a ofrecer el empleo es siempre elevada.
Que la oferta publicada es falsa.
Que no se molesten, al final del proceso de selección, ni en mandarte un e-mail de agradecimiento por el tiempo perdido es la confirmación final de que alguno de los tres o todos los factores antes mencionados se han dado en el proceso de selección.

Quién redacta el anuncio no tiene ni idea de lo que quiere.
Mal. Muy mal empezamos cuando la oferta de trabajo contiene requerimientos contradictorios o absurdos. Años de experiencia en candidatos muy jóvenes... en fin.

Que tu perfil profesional se adapte a los requerimientos del puesto es casi siempre irrelevante.
Sin entrar en profundidades, es una conclusión que uno alcanza a posteriori, despues de llevar algunos años en la empresa en cuestión y comprobar que quienes desarrollan una carrera profesional en la empresa no son los mejor preparados sino los amigos de los jefes.
¿Alguién cree que en una organización así el proceso de selección va a ser justo y objetivo?

Que la oferta sea falsa o ya esté dada.
Sin entrar tampoco en muchas profundidades siempre fáciles de entender, a veces a uno le gustaría saber que el puesto al que aspira o no existe o ya está dado y, cualquier candidato, preferiría saber ya de antemano que no hay entrevista (has perdido tu ocasión y ya está) a tener que pasar el ritual de acudir a la cita, vender tus posibilidades profesionales a un tipo que está representando un papel y estar luego esperando como un idiota una respuesta que nunca llega.

Por eso, al principio de tu carrera profesional entrenas las entrevistas, acudes a las citas hecho un pincel y no sólo consideras, sino que intentas transmitir a tu interlocutor la impresión de que la entrevista en sí es importante y que trabajar para la empresa en cuestión es para la mayor de las satisfacciones que podrías experimentar.

Cuando ya tienes experiencia y algunas cicatrices en tu C.V. te tomas las cosas de otra forma.
De momento no vas a una entrevista sin saber de antemano la "pasta" de que estamos hablando aunque la señorita (¿porqué siempre son señoritas?) que intenta acordar la cita contigo insista en que no pueden ofrecerte un salario sin, antes, haberte valorado como candidato.
Por supuesto no vas de traje, eso es para las bodas y comuniones. Vas de calle. Duchado y limpio, pero nada más.
No tienes una actitud de cordero degollado sino de seguridad en mismo. Has pasado ya por tantas que mientras estás en plena entrevista estás pensando en lo que vas a hacer el próximo fin de semana.
Y, lo que es más importante. No te molestas ya en intentar vender un candidato ideal de esos que trabajan no por dinero, sino por lo interesante que es el puesto de trabajo. Imagino las risotadas interiores de más de un entrevistador escuchando al pardillo de turno decir algo así.
No. Tú trabajas por dinero y si estás en esa oferta es porque quieres ganar más que en tu empleo actual (¡ojo, que es muy diferente buscar empleo mientras estás trabajando!)

Y esas preguntas tan de libro que uno ensaya cuando comienza a pelear con el fabuloso mercado laboral ahora salen solas y a veces hasta con algo de chulería.
Qué te gusta más: ¿trabajar en equipo o de forma individual? -Pues mire usted, a mí lo que me manden. No vamos a andarnos ahora con mariconadas.
¿Preferirías desempeñar una labor más interesante pero peor pagada? -Si pueden ustedes ofrecerme algo en la mansión Playboy lo hablamos. En caso contrario, cuanta más "pasta" mejor.
¿Como te ves dentro de cinco años? -Con no verme en el paro y con el banco reclamándome la hipoteca, voy que me mato
Si estás trabajando con nosotros y te ofrecen un empleo mejor pagado, ¿nos dejarías? -Para nada. Y además, dejo que el jefe me sodomize, ¡no te digo!

Trabajar en el sector informático (I)

Es este un aspecto sobre el que se podrían escribir Blu-rays enteros. Las historias son múltiples y a cual más espeluznante.
Quizá el peor enemigo de la informática sean las empresas de servicios. Empresas que venden una imagen de profesionalidad, excelencia y liderazgo tecnológico pero que al final son simples ETTs.
¿Porqué entonces las organizaciones acuden a estas empresas en búsqueda de personal?
Me reservaré mi opinión para otra entrada del blog pero os adelanto una reflexión: el valor estratégico del departamento de informática, de sistemas o de tecnologías de la información en determinadas empresas es exactamente el mismo que el de la limpieza a juzgar por la modalidad de contratación ofrecida a su personal. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

En cuanto a la aventura de trabajar para estas carniceras, igualmente sería prolijo compilar todas y cada una de las historias de quienes nos hemos visto en la disyuntiva de cambiar de trabajo.
Digo cambiar y no buscar porque eso te da una perspectiva diferente.

Intentaré ir desgranando algunas experiencias sobre esto.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Marcas de cinco estrellas. Servicio tercermundista.

Hace algunos años, no muchos, en una de las empresas donde trabajé adquirimos una importante remesa de ordenadores a un importante fabricante mundial, de esos que se autoproclaman líderes indiscutibles y cuya facturación es comparable al PIB de más de un país soberano.

El caso es que los PCs de ese fabricante se averían tanto o más que los clónicos que podemos comprar en la tienda de la esquina y hay que llamar al servicio técnico.

Cuando se llama al S.A.T. normalmente se encuentra un amable operador que, si habla castellano con un mínimo de corrección ya debe considerarse una gran fortuna.
El teleoperador, con la mayor cortesía del mundo requiere al CLIENTE, así con mayúsculas, que haga una serie de pruebas. Cosa que es bastante lógica, aún asumiendo que la factura telefónica corre de nuestra cuenta, por si se nos ha olvidado enchufar el ordenador, hemos conectado el monitor al microondas, hemos confundido el PC con la lavadora o algo similar. Que también a veces los usuarios son/somos para echarnos de comer aparte.

Una vez terminadas las pruebas lógicas y normales es el momento en que uno espera la frase: "no se preocupe señor XX, le mandamos un técnico". ¡No! Entonces empezamos con el hardware.
A mí me gusta cacharrear en los ordenadores, pero eso lo saben mis amigos y los lectores de este blog, no un operador de help desk anónimo que no puede adivinar si quién tiene delante es un McGyver o un Homer Simpson.

Digo yo que no es de recibo obligar a un usuario a desmontar su ordenador, resetear BIOS y, como una vez me propusieron ¡que desmontara otro PC igual para intercambiar los procesadores! Así que algunas multinacionales entienden la atención en garantía como una especie de autoservicio hardware. Todo sea por la cuenta de resultados.

Y también es de esperar que el operador de help desk que tienes atendiéndote tenga, si no un máster en electrónica, al menos sentido común para no limitarse al simplísimo argumentario que, con toda seguridad, le han hecho aprender.
A uno de esos PCs fabricados por la multinacional líder, le empezó a fallar ostensiblemente el disco duro. El ruido que hacía se oía a varias mesas de distancia y era cuestión de tiempo que terminara de averiarse y no arrancara.
Pues el "ingeniero" que me atendió me sugirió que reinstalase el software. De nada sirvió razonar, hacerle escuchar el ruido por el auricular del teléfono, convencerle que el software funcionaba perfectamente, que se trataba de un problema hardware y que aunque no conociese el concepto de "mantenimiento preventivo", yo no le estaría molestando si no tuviese argumentos contundentes para esperar un error catastrófico de disco de forma inminente.

Ante estos irracionales, que a más de uno le colgué el teléfono, el mecanismo era muy fácil. Dijese lo que dijese, pasase lo que pasase, la respuesta siempre era la misma: no enciende.
Al final, después de cinco o seis pruebas "inexplicablemente" fallidas, el help desk capitulaba y accedía a enviar un técnico que aparecía por la puerta con fuente, placa, disco, memorias... y al que, después de invitarle a tomar un café, le explicaba cual era el verdadero problema para que fuese al grano. Y todos contentos.

En fin... mejor, más barato y más rápido la tienda de barrio.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Trabajar contra corriente (II)

Siguiendo con anécdotas de una de las empresas en las que estuve; como de costumbre sin entrar en profundidades ni dar demasiados detalles, digamos que nos enviaban intervenciones a un dispositivo remoto con un determinado grado de prioridad.

Si se había caído un servidor, la prioridad era uno y suponía que, prácticamente, había que dejar lo que estuvieras haciendo e irte a atender esa incidencia.
Si al usuario no le gustaba el ratón, la prioridad era tres y (esto que quede entre nosotros) no necesitaba ni presencia física.

Lo que, sobre el papel, es algo normal y razonable en la práctica se convertía en un pandemonium en el que cualquier cosa era posible.

El caso es que un día, estaba comiendo con una compañera en un restaurante. Habíamos tenido bastante "curro" y de hecho se nos había hecho tarde. Eran más de las cuatro (nuestra jornada terminaba a la cinco) y esa comida era casi un pequeño premio pues, a los postres, nos íbamos a ir para casa.

Por el segundo plato, me entra un aviso de intervención: prioridad 1 en San Serenín del Monte.
¡Qué oportunos! Maldita sea la gracia que me hacía tener que encargarme de ese marrón y a esas horas. Mi compañera me preguntó que era el aviso, perfectamente audible, que me había llegado y yo le expliqué lo que pasaba.

-¡No te preocupes!- me dijo -no hace falta que vayas. Ya estuvo (...) por la mañana y resolvió el problema-
-¿Estuvo (...) por la mañana y me avisan ahora?

Cuando eso es el pan nuestro de cada día al final te tomas el trabajo a cachondeo, te das cuenta que estás tirando tu vida profesional y que hasta la personal se resiente y entonces te deprimes.
Pero antes de eso... hay que cambiar. Yo lo hice. Pero eso será otra historia.

Trabajar contra corriente (I)

Nunca fui más feliz profesionalmente que el día que abandoné cierta empresa con una baja voluntaria disfrazada de despido improcedente. Por eso les agradezco y es, casi, lo único que puedo agradecerles, que me facilitaran una salida razonablemente honrosa.
Podría llenar varios blogs como este con anécdotas pero ahora mismo me vino a la cabeza una que me confirma que hice lo correcto negociando mi salida.

Sin entrar en muchas profundidades sobre el funcionamiento de la empresa, el cliente y mi trabajo allí, sólo diré que en una ocasión tenía que pedir, vía una aplicación remota, una impresora de préstamo para sustituir otra que se enviaba a reparar a laboratorio.

En mi desplegable de impresoras tenía varias opciones y entre ellas estaban las sólidas y fiables HP 4000 / 4050 / 4050n.

La letra ene de las 4050n significa network. Red. Esas impresoras llevaban tarjeta jetdirect que era justo lo que necesitaba. Al día siguiente me llegó la impresora 4050n. Con la jetdirect desmontada. Enfado, decepción, frustración, sensación de abandono.

Inmediatamente llamo a mi jefe a comentarle el tema y me razona lo siguiente: cuando se adquiere una impresora para préstamo se le desmonta la jetdirect porque la pieza puede usarse en otras intervenciones de forma independiente. Y que eso debería saberlo.
Pues hombre, la próxima vez que tuviera que pedir una impresora, pediría por separado el cuerpo de la impresora, el tóner, el fusor, el panel de mando y las bandejas porque, por el mismo razonamiento, ¡podrían usarse en otras intervenciones!

Esto era día sí y día también. Suponía quedar mal con el cliente, volver loco al transportista y perder mucho, muchísimo tiempo. Pero ellos decían que así era como se debía trabajar.

Lo dicho, el día más feliz de mi vida profesional fue cuando dejé esa empresa para irme al paro.

viernes, 27 de agosto de 2010

Los nombres largos de fichero

Windows admite nombres largos de fichero. No sé ni cuantos caracteres ni maldita sea la falta que me hace saberlo.

Mis documentos, con unas treinta o cuarenta letras tienen más que suficiente. Pueden ser algo así como "Configuración servidor correo.docx" o "Virtualización de servidores.pdf"
En cuanto a mi estructura de directorios, no creo que llegue más allá del tercer nivel en cualquier caso. Pero eso yo, que considero que la informática es, simplemente una herramienta y no una especie de... meretriz a la que se le puede pedir cualquier cosa.

Pero siempre hay usuarios que pretenden no sólo que la informática esté a su servicio -cosa cierta pues, para dar servicio a las personas es para lo que existe- sino dar por sentado que esas pequeñas normas y limitaciones que la informática impone no han sido pensadas para ellos.

No sé si esto es una cuestión de prepotencia, de ignorancia o una combinación de ambas.

El caso es que te crean (mayormente en mitad del escritorio) una carpeta que se puede llamar "Ventas". No falla.

Dentro de la carpeta hay varias subcarpetas. Una de ellas se llama, por ejemplo, "Resultados del equipo de ventas de la zona suroeste en la campaña de verano de 2008". Las otras tienen nombres similares, claro está. Pero no acaba ahí la cosa.

Dentro de esa subcarpeta hay varias. Una de ellas, por ejemplo, podría ser "Municipios de más de veinte mil habitantes que son cabeza de partido judicial". Porque, inevitablemente hay otra que se llama "Municipios de más de veinte mil habitantes que no son cabeza de partido judicial".

Dentro de la primera, ¡sorpresa!, hay más carpetas. "Municipios cuyos resultados de ventas han sido positivos" y dentro otras que digan algo así como "Equipo de ventas que realizó la campaña entre los meses de enero y marzo". Y... bueno, para qué seguir.

Pero la vida es bella y el autor (o autora) de esta estructura de carpetas, subcarpetas, etcétera, etcétera, etcétera tarde o temprano te dice: -No me deja copiar este fichero.

El fichero se llama "Espronceda.pdf", pesa 200 KB y nadie se explica porqué el continuo mensaje de error. Y nadie (salvo el sufrido informático) se ha dado cuenta que el fichero realmente se llama

"\\Documents and settings\usuario\desktop\ventas\Con diez cañones por banda viento en popa a toda vela no corta el mar sino vuela un velero bergantín\Bajel pirata que llaman por su bravura el temido en todo el mar conocido del uno al otro confín\La luna en el mar riela y en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul\Espronceda.pdf"

y que eso no hay Bill Gates que lo mueva.

El último paga

Yo recuerdo un juego de mi más temprana juventud.
Te sentabas en un círculo, por supuesto en la calle y, por supuesto, de noche con un grupo de amigos y amigas y alguien encendía una cerilla.
El juego consistía en írselo pasando ¡encendido! al compañero de la izquierda. Naturalmente, tarde o temprano alguien se quemaba y perdía.

Algo así pasa en la informática. El último paga.

Normalmente los sistemas informáticos tienen una vida azarosa. Más o menos larga, pero limitada en el tiempo. Y al final mueren. Su muerte, a veces es una muerte anunciada. ¡Feliz del informático que pueda darse cuenta a tiempo!
Pero, otras veces, no puedes.

El caso es que, azares de la vida, te toca resolver una incidencia o hacer una intervención supuestamente trivial en un sistema al que le quedan pocas horas de vida.
Tu actuación puede ser técnicamente impecable pero, por ley de Murphy, mientras estás en ella el disco duro te puede dar un error irrecuperable.

Hay que comprender que si operas a corazón abierto a un señor y el señor se te muere no pasa nada. Eres poco menos que un santo, una eminencia que está por encima del bien y del mal.
Pero si eres un informática y se te muere un paciente en mitad de una operación... y os aseguro que pasa a menudo, entonces deberás estar preparado para escuchar sarcasmos, algunos más fuertes que otros.

Si, peor aún, como consecuencia del evento hay información que queda inaccesible, entonces tienes garantizado un marrón. Obviamente, el informático veterano se asegura de tener una buena copia de seguridad y de dejar claro que no quiere saber nada de la información que los usuarios, por su cuenta y riesgo hayan dejado donde no deberían.

El informático que conoce su oficio llega a desarrollar cierto olfato ante estos "marrones" y cuando percibe uno, despliega toda su colección de excusas para evitar meterse en problemas. Casi siempre funciona. Pero alguna vez no funcionará y... serás el último que lo ha tocado.

viernes, 20 de agosto de 2010

Informáticos los hay de todas clases

Hace algún tiempo yo coordinaba un CAU. No es necesario decir cuando exactamente, ni donde.
El caso es que dos de los técnicos de mi equipo eran absolutamente diferentes.
Uno, D., era el técnico ideal. Decirle a D. que se encargara de algo era olvidarse de ello. Además de trabajar bien, era activo y sabía buscarse la vida.
El otro, C., era el lado oscuro del departamento. Jamás realizaba una tarea limpiamente. Todo eran dudas, problemas y resultados más que dudosos. Pero, bueno, era parte del equipo.

Aquel equipo tenía que cubrir un turno de tarde-noche. Mientras toda la empresa trabajaba de 9 a 2 y de 4 a 7, los del segundo turno lo hacían de 2 a 10. No tenían atasco ni de ida, ni de vuelta y podían venir ya "comidos" de casa lo cual era una gran mejora.

Desde el punto de vista informático, el turno de 2 a 10 era una bicoca. Mientras que los del primer turno andaban casi toda la mañana agobiados atendiendo el teléfono y resolviendo las incidencias que continuamente iban entrando, los del segundo turno se encontraban ya el terreno "pacificado" y, de hecho, a partir de las 7 de la tarde podían organizarse como quisieran.

A C. le tocaba el turno de tarde de vez en cuando, por pura rotación. En una ocasión hubo un problema con el PC de una persona y yo le pedía a C. que se hiciera cargo de ello para que esta persona pudiera poder trabajar al día siguiente.
- ¡No hay problema! - me dijo
Eran las cinco de la tarde y deduje que por mal que anduviera, tenía cinco horas; tiempo más que suficiente para resolver la incidencia.

Cuando llegué a la jornada siguiente, mi jefe me hizo una seña. Mal empezábamos el día.
La persona que tenía el problema con el PC no podía trabajar y así se lo había comunicado a su jefe. Y éste, al mio. Y el mio me estaba pidiendo explicaciones.

Cuando me dirigí al puesto de trabajo en cuestión ¿qué me encontré? Un disco duro en mitad de la mesa. La carcasa de una CPU en el suelo y varios CDs con software original que según MIS directrices de trabajo deberían estar siempre en su armario correspondiente.

Naturalmente, me hice cargo del problema, terminé el trabajo y solucioné la situación. ¿Qué había pasado con C.?
Entre disculpas y lamentos me explicó compungido que habían surgido algunos imprevistos que habían reclamado urgentemente su atención y que, al haberse complicado extraordinariamente, le habían impedido terminar el trabajo.

Tiempo después me enteré que C. se tomaba una hora (o más) para la merienda y que, por si fuera poco, dedicaba también gran parte de su tiempo a intentar intimar (con éxito escaso, por cierto) con las chicas del segundo turno.

Pero esto no fue lo peor. Lo peor fue un sábado (sí, un sábado) en el que medio departamento de sistemas tenía una actuación. Iban a cambiarse de sitio unos servidores y la parte de C. consistía en tener listo el cableado. Como cabía esperar... el cableado no estuvo listo.

Mi (otro) jefe le llamó por teléfono a su casa a pesar de lo temprano de las horas y le llamó de todo menos guapo. No sé como lo hizo que C. estaba allí en quince minutos... aguantando a pie firme la bronca que le estaba cayendo.

C. tenía un problema personal importante y, todo hay que decirlo, el jefe fue tan generoso que le hizo una oferta que no podía rechazar: que pusiera el horario que a él le diese la gana.
Pero, con una condición. Que tenía que cumplirlo. Evidente, ¿no? Pues no.

Como comentaba antes, había turnos, y C. tenía que llegar cuando otros técnicos se iban. Y esto iba por relevos. Nadie podía irse hasta ser relevado. Entre compañeros, cinco minutos de retraso no van a ningún lado. Cuando todos los días el relevo llega cuarenta minutos tardes, ya no hay forma de evitar que los jefes tomen cartas en el asunto.

Yo intenté convencer a C. (menudo ingenuo era yo) de intentar pactar algún tipo de salida, una excedencia o una reducción de jornada. Pero él dijo que necesitaba trabajar la jornada completa.

Al final C. acabó despedido, supongo que un procedente por bajo rendimiento pero no lo sé.

martes, 17 de agosto de 2010

Averías de software

Conocí una empresa, de cuyo(s) nombre(s) no quiero acordarme, dedicada al mantenimiento informático o "delivery" en la que se gestionaban y solucionaban "averías".
Sólo el uso del término avería ya denota la mentalidad empresarial de aquella organización: reparar. Se dedicaban a la informática como podrían haberse dedicado al aire acondicionado o a máquinas de coser. Cambiar piezas, limpiarlas y ajustarlas.
Cuando yo sufro una avería, es que se me ha roto la correa de la distribución del coche, el frigorífico no enfría o tengo que subir andando porque no funciona el ascensor. Eso es una avería, algo que ha de ser reparado en un taller o por un técnico.
Por el contrario, si hay un error lógico en una base de datos eso a mí me cuesta calificarlo como avería.

Esta empresa tenía un pasado más o menos representativo en el sector del mantenimiento de hardware en los años 90. Eran años en los que un técnico podía fácilmente facturar más de 150.000 pesetas ¡de hace veinte años! por cambiar el fusor de una impresora. En una simple mañana de trabajo. Años en los que (supongo) un técnico hardware era bien valorado y sobre todo bien pagado.

El caso es que, veinte años después, seguían manteniendo los mismos esquemas mentales centrados en el hardware y lo aplicaban a todo. Y los dispatchers, tres cuartos de lo mismo.

En una ocasión me enviaron a revisar una "avería" de software. Una aplicación desplegada sobre JBoss no funcionaba correctamente.
Evidentemente había algún tipo de inconsistencia en la capa de base de datos y eso provocaba el error. Algo que deberían solucionar los administradores de la aplicación en su servidor de bases de datos y no un técnico de campo. Pero de nada sirvieron mis alegaciones, había que ir a verlo presencialmente.

Aunque el tema estaba claro había que hacer el paripé. Actualizar software, virus negativo, conectividad O.K.
Aquello, por supuesto, seguía sin funcionar. Evidentemente el cierre de la "avería" consistió en escalarla al departamento correspondiente. Como por aquel entonces, todavía me sorprendía; para mi sorpresa, al día siguiente me la volvían a rebotar.

Discutir con mis dispatchers o tratar de convencerlos de lo futil que eran mis esfuerzos fue como entrar en una relojería y pedir un kilo de panceta. Lo mismo.

Reflexionando ahora sobre el tema, debería haber cambiado las memorias, el disco duro y la placa base del equipo; habría perdido un día completo y la aplicación seguiría sin funcionar, pero así mis dispatchers se habrían quedado satisfechos.

De donde no había, no se podía sacar. Y creo que así siguen...

sábado, 7 de agosto de 2010

El timo de la rusa

No por ser ya bien conocidos algunos de los más populares timos por Internet, dejan de dar juego a los spammers, scammers y demás basura que pulula por la red.
Uno no entiende como la gente puede caer en timos tan burdos. Pero sí. Supongo que es una cuestión de probabilidades. Si le mandan un e-mail a 10.000.000 de personas, es altamente probable que entre ellos haya dos o tres pardillos que creerán que un tipo desconocido ha decidido compartir con él una fortuna guardada en un banco de Nigeria.

Pero a mí, el que más me gusta es el timo de la rusa.
A uno, para que negarlo, muchas veces le confunden por la calle con George Clooney. Pero que el destino, además, decida que una rusa, playmate del mes me haya elegido para compartir conmigo el resto de mi vida sin saber nada de mí, sólo porque alguien le ha pasado mi dirección de correo electrónico me provoca ataques de risa.

El caso es que un día me llega un correo de una muchacha preciosa. Rubia. Con un cuerpazo de impresión. Culta, deportista, inteligente, cariñosa que ha pensado que yo podría ser su media naranja. Y sólo me ha elegido a mí (y a otros 10.000.000 de destinatarios de correo, claro está) para llevar a cabo su sueño. Quiere conocerme más.

Está muy claro que la rubiaca es el personaje interpretado por algún individuo probablemente del este (en eso sí que no mienten) que, por supuesto, no se va a molestar ni en leer mis cartas enamoradas ni, por supuesto, en mandarme cartas personalizadas. Así que vamos a seguirle el juego.

Mi personaje, por el contrario, es un mirlo blanco. Más o menos joven, viudo, con muchísimo dinero y poquísima cultura que, aunque no pensaba volver a enamorarse, la posibilidad de echar una canita al aire le motiva.

Normalmente, en estos casos, después de un intercambio epistolar, la rubia te pide dinero para mover unos papeles, inmigración, permisos, billete de avión, etcétera. En el caso de mi personaje, no le dí ni opción. Le dije, después de dos o tres misivas, que me dijera su dirección que volaría a Moscú, alquilaría un coche y me presentaría en su casa a verla fuera como fuera.
Pero eso sí, que en cuanto pisara tierra rusa la llamaría para que fuera abriéndose de piernas porque llegaba la infantería española.

Lógicamente, la rusa se espantó y los correos se terminaron. ¡Mira que son estrechas estas scammers!

miércoles, 4 de agosto de 2010

¡Cómo pasa el tiempo!

¡Veinte años no es nada! dicen por ahí.

Pues para la informática es una eternidad. Aunque biológicamente algunos todavía nos consideramos jóvenes, estas historias hacen que nos sintamos casi como el inolvidable Abuelo Cebolleta.

Hace veinte años (en 1990), el mercado del PC había dejado atrás los 8086 y 8088. Los procesadores 80286 y 80386 dominaban el mercado y un nuevo producto comenzaba a abrirse paso en la gama alta: el 80486.

Seguro que algunos teléfonos móviles actuales de gama alta tienen más capacidad de proceso, de memoria y de vídeo que estos PC que en su momento nos parecieron impresionantes.

Los 486 llegaron, en los modelos más avanzados, a los 100 MHz; es decir 0,1 GHz. Actualmente, los procesadores multinúcleo corren a unos 3 GHz, es decir, que su frecuencia de reloj es 30 veces superior.

Los discos duros eran del orden de MB. Un disco duro de 100 MB ya era realmente grande.
Cualquier tarjeta SD para cámara de fotos o móvil se va a 1 GB, o sea, 10 veces más.
Y si nos metemos en discos duros, ya hay que considerar los TB. Un disco de 1 TB es 10.000 veces más grande que su antepasado.

En las memorias ocurrió otro tanto. 2 MB de RAM permitían considerarte el hombre más feliz del mundo (sin limitarte a los 640 KB de Bill Gates) y, ¿qué pasó?. Ahora hablamos de GB y raro es el equipo moderno que tiene hoy menos de 2 GB. 1000 veces más.

Y encima había que hacer filigranas porque el MS-DOS no aprovechaba la memoria automáticamente. Estaba la memoria superior, la extendida y alguna otra más. Otra larga historia.

Porque, por supuesto, el sistema operativo era MS-DOS. Microsoft Disk Operating System.
No, no había MS-UNO.

Buen S.O. el MS-DOS. Sencillo, robusto, versátil, potente... eso sí, línea de comandos. Nada de ratones, iconos o escritorios futuristas. El MS-DOS 3.1 cabía en un disquette.
El MS-DOS 5.0 en tres. Y creo que puedo recordar hasta el MS-DOS 6.22

disquettes. Por aquel entonces el CD era una cosa que usaban los yuppies para oir música con clase mientras el resto del mundo utilizaba aún los walkman, las cintas de cassete y el VHS.
Por aquella época había dos tipos de disquette. Unos eran grandes, de 5 ¼ pulgadas, flexibles, con una carcasa de cartulina (o algo que se le parecía). Tenían 1,2 MB de capacidad y habían jubilado a sus antecesores de 8 pulgadas. Sin embargo dejaron paso al más moderno disquette de 3 ½ pulgadas y 1,44 MB. Carcasa de plástico rigido, una corredera metálica y mucha mayor fiabilidad.
Por supuesto, la capacidad de un pendrive USB actual es superior a la de 1000 disquettes.

Pero, ¿qué había que guardar?.

El boom de Internet aún no había comenzado. Quizá algún amigo o algún profesor tuviera un módem. Pero módem analógico. A 56 Kbps de bajada. O, lo que es lo mismo 0,056 Mbps.
Eso es unas 50 veces menos que las ofertas más sencillas de ADSL que existen hoy en día en el mercado.

Y aún así disfrutábamos de la informática tanto como ahora. Nos seguíamos emocionando con los juegos, estudiábamos, aprendíamos de todo...

Puede que dentro de veinte años, tengamos procesadores cuánticos, con memorias del orden de PB o EB, discos duros neuronales, Internet haya sido sustituida por redes subespaciales y salvemos la información en cristales de dilythium. Seguro que nos sorprendemos.

lunes, 2 de agosto de 2010

El correo se lo traga todo

Puede que yo sea demasiado purista. O tal vez puede que no haya una herramienta igual de accesible para el trabajo diario de los usuarios. O quizá Google, con su excelente servicio Google Mail, ha lanzado un reto a todos los administradores de sistemas del mundo.
El caso es que nunca he podido entender porqué hay gente, mucha gente, que usa el correo como una especie de almacén donde guarda prácticamente toda su vida.

Todo administrador de correo (y, por tanto, de sistemas) se verá en el dilema de ofrecer a sus usuarios configurar sus correos como POP3 o como IMAP. Hablando en términos claros, ¿quieres bajarte el correo a tu equipo o dejarlo en el servidor?

La opción más profesional es dejarlo en el servidor debido a sus múltiples ventajas. A saber; se permite la movilidad del usuario, se puede organizar la copia de seguridad de todos los buzones de correo de una sola vez, se pueden aprovechar algunas ventajas adicionales como editar o cambiar los adjuntos en mensajes ya enviados, etcétera.

¿Todo ventajas?. Bueno, quizá no todo son ventajas. Los usuarios dan por sentado que los buzones de correo son inagotables. Y, todavía peor... el tamaño de los adjuntos crece y crece y crece.

Esto lo sufren los buenos administradores de correo que tienen sus servidores deslimitados para que la gente envíe y reciba adjuntos de 70 MB con las fotos del bautizo de sus hijos. Quizá es una advertencia para que nadie salga del reverso tenebroso del correo: buzones de no más de 100 MB y, adjuntos de no más de 5 MB. Con eso te garantizas una vida tranquila.

Si, por el contrario, has sido tan ingenuo como para no capar tu servidor, casi cada día tendrás que escuchar: -¡el servidor de correo va muy lento!

Pero ¡alma de cántaro!. Si has mandado un correo de 40 MB a diez destinatarios distintos, ¿tú crees que usamos el hiperespacio para repartirlos? Pues no, va por el cablecito ese medio doblado que tienes pillado con la silla, so animal.

Supongo que en breve, lo normal será tener redes locales a GB, que la gente envíe de todo sin molestarse en comprimirlo y que nos miren mal a quienes pensamos que el correo debería usarse con sentido común y no como sumidero universal.

sábado, 24 de julio de 2010

Mi ordenador no arranca

¡Mi ordenador no arranca!.

La primera vez que escuchas esta frase te alarmas. Te imaginas un PC gravemente averiado, la información perdida, discos duros destrozados, placas bases quemadas.
Luego, con el tiempo, normalmente ni siquiera dejas de hacer lo que estás haciendo.

Algunos usuarios, aunque tienden a ir desapareciendo, suponen que los ordenadores son full wireless. Es decir, no necesitan cable ni para voz, ni para datos, ni tampoco para electricidad.
Lástima, los promotores del coche eléctrico dominarían el mercado de ser así.

Antaño, cuando había disquettes, era también muy divertido. El usuario te llamaba todo asustado y te decía que le salía una pantalla negra y un mensaje parecido a "non system disk".
Fácil. Saca el disquette y vuelve a arrancar. ¡Ahí va, el disquette que estuve buscando ayer toda la tarde!. Gracias a los USB este problema también tiende a desaparecer.

¿Pero, y la entrada en red con usuario, password y dominio?. Aquí sí hay madera.

- ¡Oye que no puedo entrar en red!.
- ¿Y qué te dice?.
- Make sure your user name and domain are correct... etcétera, etcétera...

Por supuesto, el usuario ha puesto bien su contraseña (lo de las contraseñas me daría para otra entrada nueva del blog). Entonces le preguntas por el user name y te responde

- Administrador.
- Pero, vamos a ver. Ese no es tu usuario.
- Eso no es cosa mía, yo he metido mi contraseña como todas las mañanas.

Entonces respiras profundamente, recuerdas que tuviste que entrar a resolver una incidencia en ese equipo el día anterior por la tarde y quedó grabado el último usuario que entró. O sea, tú.

- Por favor, quita administrador y pon tu usuario.
- ¿Cual es mi usuario?.

Sí, lo sé. Está historia circula por internet, estará en varios millones de páginas web, en powerpoints y hasta en youtube pero es que ¡¡sucede todos los días!!

Y luego hay una subvariante.
Tu usuario pone bien su "user name" y también su password. Pero no entra. Bloquea su cuenta, se la desbloqueas. Incluso le reinicializas la contraseña y sigue sin entrar.

- Oye, ¿estás en tu portátil no?.
- Sí.
- Ábrete un notepad y escribe tu contraseña.
- ¡Ahí va!. Escribo letras y me salen números.
- Pues prueba a desactivar el teclado numérico del portátil
- ¿Y cómo se desactiva?...

En fin...

Mas sorpresas con Excel

Hace algún tiempo pidieron mi asistencia porque una impresora no funcionaba bien.

La impresora, tras sacar dos o tres páginas impresas, comenzaba a lanzar hojas y hojas en blanco. Era un problema porque cada impresión se alargaba hasta el aburrimiento y la cola de la impresora se llenaba de trabajos pendientes.

Lógicamente apliqué el procedimiento normal. El driver es correcto, no hay nada extraño en el tóner o el fusor, la cola de impresión se reinicia normalmente, la página de pruebas sale bien, la calidad de impresión es buena y el equipo que hace de servidor de impresión no tiene virus ni nada raro. No sé si llegué incluso a probar con otro cable.

Pues... habrá que mandar la impresora al laboratorio. Que le cambien la placa base, o quizá las memorias o le actualicen el firmware. Sin embargo, antes de meter la pata pedí ver uno de los documentos que estaban imprimiendo.

Era un hoja Excel que utilizaban a modo de procesador de texto para imprimir en papel unos formularios con un texto determinado, etcétera, etcétera, etcétera. Me puse a bajar filas y filas y filas... y encontré en la fila 65535 un triste único y solitario punto.

Una celda con un punto.

¿Cómo demonios habría llegado allí?. Naturalmente la impresora se limitaba a sacar en papel un documento larguísimo, compuesto casi en su mayoría de hojas en blanco salvo la última que tenía un pequeño punto impreso en el que nadie había reparado. Pero, ahí estaba.

Esto demuestra que hay aplicaciones que estimulan la incompetencia.