domingo, 14 de noviembre de 2010

Los dedazos grasientos.

¡Me dan hasta asco!

Hay una cosa que no aguanto y es ver una pantalla de ordenador llena de manchas de grasa. Ahora, con las TFT es menos aparente. Antes con la CRT era aún más asqueroso si cabe.
Pero, vamos a ver, ¿qué necesidad hay de plantar los dedazos grasientos en la pantalla del PC? Sobre todo cuando es la pantalla del PC de otra persona a la que no le gusta.

El aspecto de una pantalla llena de dedazos, de verdad que me da nauseas.

Yo seré un maniático, pero JAMAS toco una pantalla con el dedo. Señalo, me aproximo y utilizo un bolígrafo o lo que haga falta. No un dedo. Porque mis dedos, como los de todo hijo de vecino, tienden a engrasar el teclado y el ratón pero de momento no hay más solución que el agua jabonosa regularmente.

Pero sé que esta batalla la tengo perdida. Ahora, con los dispositivos táctiles, el "dátil" es un periférico más. Y más que lo va a ser. En los GPS o en los smartphones ya es una realidad. Y si Microsoft le da una vuelta de tuerca más a la cuestión y los fabricantes de monitores se ponen a ello, todos andaremos estampando los dedos en nuestras pantallas como la cosa más habitual.

Bueno, quizá haya alguna oportunidad de negocio por ahí; fundas para las puntas de los dedos o algún sistema que higienice la pantalla después de cada uso.

Pero yendo más allá, a veces un ordenador es el reflejo de su usuario. Y muy especialmente los portátiles donde ordenador y teclado son la misma cosa.

Cuando trabajas con el ordenador -y en el portátil mucho más-, manchas el teclado de grasa con los dedos (inevitable), cae algún pelo de la cabeza (casi inevitable), si estás constipado puedes incrustar algún proyectil en la pantalla que tienes enfrente (evitable, sin dudas) pero si llenas de ceniza o de migas el teclado y tiras café o coca-cola por encima entonces eres un poco cerdete.

A veces me he encontrado teclados con unas manchas por encima que casi mejor he preferido no intentar averiguar su origen no fuera a ser que no me gustara lo que descubriera. Ya sabemos que hay páginas web que se visitan navegando a una sola mano...

jueves, 11 de noviembre de 2010

Para eso, mejor ni molestarse...

El otro día caducó mi antivirus corporativo. Es un antivirus que podía llevar instalado más de cinco años. No sé quién lo instaló, ni qué licencia corporativa lleva, ni nada. Sólo sé que ha caducado.
No me preocupa demasiado porque es sólo un elemento, y ni siquiera el más fuerte, de la línea de defensa. Además, que haya caducado no significa que haya dejado de funcionar. Es sólo que, poco a poco, irá perdiendo eficacia de modo gradual; lo cual me da tiempo para poder plantear opciones.

El caso es, lógicamente, antes de pensar en otras alternativas conviene hablar con el fabricante del software para ver si hay alguna posibilidad de renovar o ampliar licencias. Naturalmente, habida cuenta del tiempo transcurrido, contaba con que en el mercado ya no iba a encontrar el mismo producto sino alguno similar. Siempre dentro de la misma marca.

Después de revisar exhaustivamente su web y terminar más perdido que cuando empecé, intenté llamar a la atención al cliente. Estas cosas me gustan, porque como das a entender que quieres gastarte dinero te hacen la pelota. Como en "Pretty woman".
Y, es verdad. Habrá que hacer una inversión relativamente importante y de valor estratégico y eso exige un proceso de documentación bastante importante. Pues que mejor que pedir a nuestro antiguo proveedor que nos asesore sobre qué producto implantar en nuestra organización. Un caso de libro de teoría de ventas. El posible comprador llama a tu puerta. ¿Qué mas se puede pedir?

Cuando marqué el número, por supuesto, no me salió una "persona humana" sino el típico contestador que me fue pasando de opción en opción hasta que al final me dijo:
- Lo siento, no podemos atenderle. El teléfono de atención es el...

Vaya por Dios. Me tuve que tragar todo el rollo para, por fin, que me dieran el otro teléfono.
Bueno. Adelante con ello.
Pues después de elegir otros no sé cuantos niveles de opciones me termina diciendo que el número no está operativo y que consulte en la web. Mi pobre teléfono inalámbrico por poco no fue estampado contra una pared. Pero mantuve la calma a duras penas y me metí en la misma web donde no había sacado nada en claro la vez anterior.

Y, así de rebote, llegué al chat. Me puse a chatear con un técnico que, muy amable, me indicó que no me podía atender. Después de insistirle y de contarle toda mi aventura accedió a darme otro teléfono que, por supuesto, probé. El tercer teléfono, como era de esperar, después de contestar las típicas opciones de "marque el 1 para esto, marque el 2 para lo otro" me terminó derivando al otro teléfono. El que no funcionaba.

Al día siguiente llamé a la central de la compañía en Madrid asumiendo que me lo cogería una recepcionista. Así fue. La recepcionista fue muy amable y me dió otro teléfono más, informándome que en ese número atendían a partir de las 13:00 ¡Buen horario, pardiez!

(Evidentemente era un call center no europeo donde tendría suerte si me atendía alguien con un nivel de español razonable)

Llegado el momento conseguí hablar con una teleoperadora que me soltó un breve discurso en inglés.
Entiendo algo de inglés pero, caramba, había llamado a un número de Madrid y esperaba hablar en castellano. La operadora tuvo la decencia de hablarme en mi/su idioma que era el mismo, a pesar de su agradable acento caribeño. Bueno, no estuvo mal del todo.

Después de una charla entretenida, me mandó un correo electrónico con una información insuficiente, inexacta y, al estilo Microsoft, técnicamente correcta pero absolutamente inútil.

Puedo, tras esto, intentar contactar con un partner dado que la comunicación directa con la empresa ha sido un fracaso absoluto. Sin embargo, ya que estamos en estas, ¿porqué razón debería seguir con este software?
Si para gastarme el dinero con ello no me han dado facilidades, ¿me las darán si tengo algún problema?

Salvo cosa rara, han perdido un cliente. Por eso decía que tanta web de soporte, tantos teléfonos de atención al cliente para dar un servicio absolutamente patético. Para eso, mejor ni molestarse.