lunes, 22 de agosto de 2016

Las aventuras de buscar un empleado público - capítulo 9 y último

La incorporación.

Pues de todo hay en la viña del señor. Se supone que uno ha superado una oposición más o menos dura y ha de plantearse aprovechar como sea la oportunidad que tiene en la mano. Que ha ganado por sí mismo.

Queda a criterio del Tribunal y supongo que se llevarán el secreto a la tumba si el/los aspirante/s que aprueban la oposición eran los mejores o los menos malos. Una oposición puede quedar desierta, ¿por qué no?


 Los Tribunales, naturalmente, no son infalibles. Todos pueden cometer herrores y no sólo mecanográficos. Pero el nuevo empleado público tiene ante sí la difícil tarea de ¡incorporarse!

Y no, esto no es tan simple como parece. Aquí la casuística es inacabable. Desde la espantada sin más, al miedo escénico, al que quiere comerse el mundo o el que quiere renegociar las condiciones laborales desde el primer día.

Pero la vida sigue. Los empleados públicos, como los demás seres vivos, nacen, crecen, toman posesión y solicitan excedencias.

Y colorín, colorado... este cuando apenas ha empezado.


miércoles, 17 de agosto de 2016

Las aventuras de buscar un empleado público - capítulo 8

Los aspirantes muy aspirantes y mucho aspirantes.
Bueno, pues ya está casi todo el bacalao vendido. El aspirante ya ha escrito todo lo que tenía que escribir y ahora se enfrenta al Tribunal. Esos hombres despiadados.
Bueno, en ocasiones los jueces pueden ser benévolos.

Un mal ejercicio puede levantarse en la defensa oral. Como un buen ejercicio puede echarse abajo con un mala defensa.

En apoyo a los miembros de Tribunal hay que decir que no son profesionales de RR.HH. Que por tanto no harán las mismas preguntas gilipollas inapropiadas que podrían plantearse en una entrevista en el sector privado.


Así que no se oirán cuestiones como: - ¿qué prefiere usted trabajar sólo o en equipo?

Varios miembros del Tribunal tendrán que ser del mismo cuerpo al que se oposita. Es decir, serán tus compañeros. En algunos casos, directos. Por tanto, saben de qué va el trabajo, saben qué se necesita y saben qué clase de persona no querrían tener en el equipo.



Así que tonterías las justas. En esta etapa del proceso de selección las cosas están ya bastante definidas. Esta última parte viene a ser un último filtro, una aproximación al detalle de la persona del candidato que hasta el momento no se ha podido practicar y, naturalmente, una manera de elaborar una relación ordenada desde el mejor hasta el peor. O diría menos bueno porque, y no lo digo por quedar bien, normalmente ninguno de los candidatos que llegan aquí es malo. Evidentemente habrá matices y diferencias entre ellos y de eso se trata.

Si algún miembro del Tribunal se levanta con el paso cambiado puede apretarle las clavijas al candidato. Esto ¡ojo! no necesariamente es premeditado. Quizá una pregunta inocente y carente de segunda intención puede ser interpretada por el candidato como un desafío o ¡casi! una ofensa.

Adrede o no, puede un candidato encontrarse sin previo aviso bajo presión y de como resuelva la situación dependerán las posibilidades de tener éxito en el proceso de selección.

Puede suceder, y de hecho sucede, que el aspirante pierda los nervios totalmente. Y aquí la casuística es ilimitada. Desde desmoronarse hasta enfrentarse y discutir a gritos con el Tribunal.
En ambos casos su suerte está sellada.

Quizá un candidato que gusta comience tímidamente, pero acaba relajado, transmitiendo confianza. Si lo consigue su valoración será mejor.
Es el opositor el que se somete al Tribunal. Y es el Tribunal el que quiere que sean los opositores el Tribunal.
No importa equivocarse o no saber responder a una pregunta. No quedarse en blanco, boquiabierto en plan ¡me ha pillado! No, no, no. Hay que saber salir por la tangente, tener cintura. Ser positivo y usar todas las posibilidades del lenguaje. Y, por supuesto, el no verbal.

Si te pica la nariz, ¡ráscatela coño! No vas a estar el resto de la defensa incómodo. Te pondrás nervioso y lo harás peor. Otra cosa es que te estés rascando compulsivamente todo el rato. Eso demuestra que estás nervioso y que no puedes controlarte.

Unas pocas tilas, llegar con calma. Buena presencia, asertividad, no tener miedo y confiar en uno mismo. Con eso, las posibilidades de éxito aumentan exponencialmente.

El Tribunal se retira a deliberar.
Escuchadas todas las defensas, el Tribunal se reunirá y pondrá en común las notas, comentarios y valoraciones. Me atrevería a decir que en este proceso los miembros del Tribunal rara vez mostrarán discrepancias.
Tras varios meses trabajando juntos, es casi inevitable que surja cierta sintonía entre todos y que los puntos de vista sean relativamente próximos. No tiene por qué haber unanimidad pero sí que se detecta (y creo pensar que sucede casi siempre) una tendencia a coincidir en los criterios.

El penúltimo acto consiste en la elaboración de la lista de candidatos. Por desgracia no pueden pasar todos. En algunos organismos, superando una cierta puntuación apruebas la oposición pero no te garantizan la plaza. Puedes quedar en reserva o en bolsa de trabajo. Es algo frustrante pero ¡vaya!, has llegado muy lejos, no lo has hecho nada mal pero, simplemente alguien fue mejor.


Puede que ese alguien no llegue a presentarse. Tal vez porque encontró otro trabajo mejor (la gente suele participar en varias oposiciones en paralelo) O quién se presenta pues... no funciona. El caso es infrecuente pero no imposible.

Si hay lista de aspirantes, el turno correrá y puede que alguien que se quedó fuera llegue a incorporarse.

En otros organismos no pueden aprobar más opositores que plazas se han ofertado. Son las bases publicadas y punto. Con eso hay que jugar. Por tanto los aspirantes que no superan la oposición se tienen que ir a su casa. Seguro que la mayoría habrían cubierto de sobra el mínimo exigido para el puesto de trabajo. Pero... la vida es dura.

martes, 16 de agosto de 2016

Las aventuras de buscar un empleado público - capítulo 7

Nos acercamos al final. El supuesto práctico.
O teórico más bien, porque es por escrito. En un futuro cercano la verdad es que se podría hacer que el aspirante resolviera un supuesto en un entorno virtual. Pero de momento nos conformamos con el método tradicional.

El supuesto es la prueba mejor y más completa porque contempla el conjunto íntegro de las aptitudes (y actitudes) que el aspirante reune y es una excelente forma de evaluar su candidatura. Si el aspirante ha llegado hasta aquí, ya se le debe suponer cierta calidad profesional e intelectual. Ha pasado ya varios filtros, tiene un nivel de inglés más que aceptable y en principio podría ser uno de los elegidos.

Puede ser que algún aspirante no alcance el mínimo nivel exigido. Sucede. Sin embargo, a estas alturas de la película, por contratar al peor de los aspirantes que aún continúan en el proceso de selección probablemente seguramente se pegarían en el sector privado.

No es que tengan cerebros positrónicos pero tontos no deben ser si han llegado hasta aquí.


Lo bueno que tiene el supuesto es que no tiene una respuesta única. No hay un supuesto "correcto" como tal. Cada aspirante responderá a la situación planteada con una solución distinta. En principio el aspirante puede proponer cualquier opción siempre y cuando la justifique.

También es cierto que el ejercicio puede contener alguna condición que limite los grados de libertad de que dispone el aspirante. O que la solución propuesta deba forzosamente cumplir algún requerimiento. Entra en la mecánica de la prueba.

Cierto que profundizará más en unas tecnologías (las que domine) que en otras pero si demuestra saber más o menos un poco de todo, no tener lagunas y no cometer errores graves lo normal es que apruebe.

Luego, entre candidatos aprobados, habría que establecer un orden de prelación. Y es una putada desgracia quedarse fuera porque otro lo hizo un poco mejor. Pero puede suceder, la vida es dura.

A la hora de corregir, es cierto que los miembros del Tribunal tienen en mente "su propio ejercicio" pero no por eso van a ser reticentes ante una solución que se aleje de la que ellos habrían propuesto. En realidad puede ser que veas enfoques o estrategias diferentes a las que tú habrías empleado.
Puede que sean inaplicables por razones que los aspirantes no tienen porqué conocer. Pero sobre el papel son buenas.

También puedes leer alguna cosa que te desagrada. Digamos que subcontratar o externalizar algún desarrollo o servicio denota que el aspirante no está cómodo en ese área de conocimiento.
Es prudente porque no quiere meterse en charcos. Pero, lógicamente, al no hacerlo pierde una ocasión de sumar.
Con mucho cuidadito, que las carga el diablo neoliberal.

Naturalmente que es mejor no sumar que restar. Como decíamos antes, para un aspirante, llegar hasta aquí no es moco de pavo. Se espera de él (o ella) que no cometan errores graves. Es perdonable dejar una parte del ejercicio poco elaborada que pasarse y proponer algo temerario o directamente equivocado.

Cabe la posibilidad de que el aspirante haya querido lucirse en un apartado que al Tribunal no le parezca importante y que haya pasado por encima en otro que sí lo era. Eso no le deja fuera pero, claro, se paga a la hora de la corrección.

En general, los errores obvios suelen ser perdonables si el Tribunal no está formado por una sarta de...

Hijos de la arpía. Que son unos hijos de p...
No sería el primero el aspirante que sumase 100 + 100 = 2000. Pero es una obviedad, sólo pone de manifiesto que el aspirante iba rápido y posiblemente algo nervioso. Es un entorno laboral de verdad, para el supuesto teórico que hay que resolver en unas horas se dispondría de semanas. Ciertamente sería injusto apretarles las clavijas a los aspirantes ignorando que están bajo presión y que no disponen de herramientas ni medios de consulta que sí tendrían en una situación real.

Admitida la necesidad de ese factor de corrección, los miembros del Tribunal revisan los ejercicios y consensuan las notas que hay que poner. No hay una regla fija, esto no es como en aquellos deportes donde se quitan las notas más alta y más baja y se hace una media. Pero esto no acaba aquí. Ahora el aspirante tiene que defenderse ante el Tribunal. Sólo ante el peligro.

Si lo llego a saber, me quedo pinchando bakalao en la disco de mi pueblo
¡Nos acercamos al duelo final!

sábado, 13 de agosto de 2016

Las aventuras de buscar un empleado público - capítulo 6

El examen.
El día que todos temen, finalmente llegó.

Con todo preparado se hace el llamamiento
¡A ver! Fulanito de tal -¡Presente!

Esta vez hay menos gente que en el primer examen. Las caras ya nos suenan.

Con una sonrisa sincera (aunque los aspirantes piensen que eres el ~$#*!@ que les vas a amargar el día) saludas a los aspirantes y les invitas a pasar y tomar asiento. Se hacen algunos arreglos. Si algún aspirante está incómodo, le da el sol en los ojos o algo similar no hay problema. Se le busca otro sitio. Estamos vigilando el examen, no somos de las SS.
Afortunadamente, los Tribunales de oposición no tienen nada que ver con estos tipos de arriba.

Con la gente ya sentada, el Presidente comienza a recitar la letanía...
Esto sí es un examen real. Pobres.

Rellenen aquí el nombre, pongan aquí el código, DNI visible, no se pueden usar móviles, etcétera.

Cada aspirante pone en práctica su propio ritual. Todos lo hemos hecho así que no seré yo quién lo critique. Hay quién se cruje los dedos, otros colocan los bolígrafos de distintos colores correcta y perfectamente alineados y otros se recolocan una y otra vez en la silla.

Cuando el examen está muy avanzado ¡suena un teléfono móvil! Pero bueno, ¿es que no hemos dicho que los móviles deben estar apagados? El aspirante rápidamente accede a él, lo mira unas fracciones de segundo y lo silencia. Los miembros del Tribunal nos miramos entre nosotros ¿qué hacemos?

Memorizamos el nombre y tomamos nota del incidente y de la hora pero no invitamos al protagonista a abandonar la sala. Días después debatimos sobre el tema y acordamos (con mi voto discrepante, ojo) considerar irrelevante el incidente.

El examen termina, se entrega y nos retiramos.

La corrección del examen. La plantilla.
Días después somos convocados por el Presidente para hacer la corrección. La corrección puede hacerse a máquina o a mano, eso depende del número de participantes y de los medios materiales que se hayan puesto a disposición del Tribunal.

En cualquier caso todos revisamos la plantilla oficial para evitar errores materiales. Vemos que las preguntas y las respuestas son las correctas y damos luz verde al proceso de corrección.

Al ser un proceso mecánico, no ha lugar a valoraciones personales.
Respuesta correcta: puntúa
Respuesta incorrecta: penaliza
Respuesta en blanco o nula: no se contabiliza

Realizada y comprobada la corrección, vemos con cierta desolación que el número de aspirantes que han superado la prueba es más bajo de lo esperado.
¿Nos hemos excedido? ¿Se ha apuntado un grupo de gañanes descerebrados?

En algún caso se quedan fuera por poquito ¡qué lástima! Han arriesgado más de la cuenta y se han pasado. En otro caso se quedan muy muy lejos... ¿pero a qué estaban jugando éstos?

Con gran decepción nos quedamos sólo con una pequeña fracción de los aspirantes iniciales. Lástima.

Las aventuras de buscar un empleado público - capítulo 5

El test.
Hace algunos años en determinadas revistas publicaban tests que, debo confesar, me interesaban mucho y rellenaba con entusiasmo. Normalmente los resultados o eran absurdos o directamente me provocaban una tendencia a la hilaridad.

En realidad aún existen y vienen a ser algo así como ¿ERES BUEN/A AMANTE?

Si tu chico/a aparece vestido con ropa sensual
  • a) le llevas a la cama
  • b) continuas viendo el fútbol
  • c) eso no ocurrirá porque soy single
  • d) todas las anteriores
Después te vas a las soluciones (para las cuales hay que dar la vuelta a la revista en cuestión) y vas puntuando. Entre 75 y 100 puntos ¡¡ERES UN AMANTE FORMIDABLE!!
Y, bueno, no sigo que el resto es conocido.

Pero, pongámonos serios por un momento. En una prueba selectiva es prácticamente seguro que caerá un test de respuestas alternativas. El test tiene dos funciones, por un lado efectuar una criba previa cuando el número de aspirantes es grande. Por el otro, asegurarse que quienes lo superan, conocen el temario con una cierta profundidad.
Se te puede presentar este tipo en el examen.

El test es una prueba muy objetiva porque es igual para todo el mundo. No cabe interpretación. Pero, por otro lado es únicamente memorística con lo cual, por sí solo, no sirve para seleccionar al candidato adecuado.

¿Cómo hacer el test? Contestarlo, digo.
En algunas academias de oposición, como por ejemplo el CEF, te enseñan una estrategia para responder a los test que, en general, me parece muy apropiada si bien siempre podemos adaptarla a nosotros mismos.

Tienes delante un test con preguntas que tienen cuatro respuestas.

Sobre todo leer con cuidado todas las respuestas. Ojo con las prisas que son malas consejeras.

Primero das una vuelta y respondes sólo las que sepas. Las que tengas clarísimas, como para poder poner la mano en el fuego y no quemarte. De esas ya te olvidas.

A menos que seas un puto crack, como habrás contestado poquitas ¡ay! das una segunda vuelta y retomas aquellas de las que pasaste de largo.
¿Dudas entre dos? Esto también se entrena. En casa, con tranquilidad y con un vasito de fanta naranja a la diestra. Después de haber practicado mucho, descubres qué es mejor para ti como norma general. Si arriesgarte o no. Por tanto habrás llegado al examen conociendo perfectamente si tu perfil ha de ser arriesgado o conservador. En función de eso, te tirarás a la piscina o no.
Esto no es un examen tipo test. Pero si respondes bien no tendrás que hacer ningún otro.

¿Que dudas entre tres? Aquí normalmente la mejor opción es "no marques". Porque, se me olvidó decirlo, en los exámenes tipo test las respuestas equivocadas penalizan.
Esto no es como en las quinielas. Si en una de ellas tienes el "Real Madrid - Cultural Leonesa" y pones un 2 pues mira, yo creo que va a ser que no, pero como sea que sí, el pelotazo que pegas es de órdago a la grande.

Pero aquí no. No va a pasar. Aquí rellenar al azar te conduce al fracaso.

¿Cómo hacer el test? Redactarlo, digo.
Bueno, entramos aquí ya en faena. Toca prepararse varias preguntas de esas alternativas que cubran de forma más o menos homogenea el conjunto del temario.

En nuestro caso teníamos claro que el test no debería ser decisivo. Queríamos que los aspirantes llegasen al supuesto teórico. Como dije antes, el test es puramente memorístico y no pone de manifiesto otra cosa que la capacidad de retención del opositor.

Con esa idea en mente buscamos preguntas más o menos razonables. No rebuscadas. Conceptos básicos, fundamentales y generalistas.

Así que veamos como lo hacemos.


Se coge algo más o menos claro. Se busca una pregunta y cuatro respuestas posibles.
Desde luego hay una y solo una respuesta posible, pero hay que rellenar con otras tres.

Pongamos que el temario incluyese la lista de los Reyes Godos.

Señale cual de los siguientes es un Rey godo

  • a) Recadero
  • b) Carlos III
  • c) Sisebuto
  • d) Segismundo
Si lees rápido (es decir, que te has pasado por el forro las normas que el CEF recomienda) probablemente marcarás como correcta la respuesta a)

Recadero. El que hace los recados


Al buen alcalde, también lo podemos descartar puesto que vivió en el siglo XVIII. Si alguién no ve claro ésto está tardando en volver a matricularse en la ESO.

Segismundo pues, hombre, suena bien. Pero ya sabemos aquello de "...y los sueños, sueños son"

Sin saber mucho, por eliminación, se ve que la respuesta correcta es la c)

Ese nombre tiene un pareado realmente desagradable.


Sisebuto (muerto en febrero de 621) fue rey de los visigodos (primavera de 612 – febrero de 621) y sucedió a Gundemaro. Probablemente pertenecía a la misma tendencia nobiliaria que su antecesor. A Sisebuto hay que atribuir la construcción de la iglesia de Santa Leocadia en Toledo, que más tarde fue sede de cuatro concilios.

Esto de Sisebuto sería un ejemplo de pregunta tirando a fácil.

Por el contrario, podríamos apretar las clavijas y buscar a alguien que realmente domine el temario. Y si el temario va de Reyes Godos se podría preguntar algo así.

¿En que año se produjo la conversión al catolicismo de Recaredo?
  • a) en 587
  • b) en 588
  • c) en 586
  • d) en 585
Tócate los pies. Aquí tienes que ser un experto o bien encomendarte a algún salto y marcar la primera que te parezca bien (la respuesta correcta es la a) según la Wikipedia pero, vaya, que podría haber vivido el resto de mi vida sin saberlo)

Bien, hemos descrito con un par de ejemplos los dos extremos de preguntas.
Primero la que puedes deducir si tienes un nivel de conocimientos razonable.
Después la que necesitas dominar perfectamente el temario para contestar.

¿Cómo hacer el examen? Poniendo en común las preguntas.
Con el fajo de preguntas debajo del brazo, casi en sentido literal acudes a la convocatoria para poner en común las preguntas.

Algunas preguntas coinciden casi al pie de la letra con las de tus compañeros del Tribunal
- ¡Caramba, me la has pisado! Pues yo la tenía casi igual

Otras son muy fáciles y obvias. Ojo, que el orden de las preguntas también cuenta. Si al Tribunal aún le queda un mínimo de humanidad es posible que ponga primero las preguntas más fáciles para no hundir en la misera al aspirante cuando ve que las diez primeras preguntas son horrorosas y que no sabe por donde pillarlas.


Más o menos se intenta cubrir razonablemente el temario, procurando no pasar por alto conceptos importantes. Las preguntas demasiado difíciles también se descartan aunque tal vez sí se cuele una, especialmente difícil y rebuscada como pregunta de control para evitar que nadie pueda sacar la puntuación máxima lo cual permitiría pensar que la dificultad no ha sido suficiente.

Así que, tras un proceso de negociación de esas tipo transaccional de "yo he puesto una de RAID pero la tuya está mejor, pero a cambio metemos ésta de SQL" y así sucesivamente, conseguimos consensuar una lista de preguntas más o menos coherente y de dificultad proporcionada.

Formateando bien, pasando el corrector ortográfico y comprobando una por una las preguntas tenemos el examen redactado.

En nuestro caso el examen quedó en un pendrive, cifrado, en poder físico del Presidente del Tribunal que lo guardó, en sobre cerrado, en una caja fuerte. No se puso en nuestra red para reducir a cero el riesgo de filtraciones.

Por supuesto, tantos los borradores que redactamos con las anotaciones que fuimos tomando durante las reuniones de preparación del examen fueron pasados por la destructora de papel.

Sólo nos quedaba ya el examen y la corrección.