miércoles, 7 de marzo de 2012

Nunca pensé que la despedida fuera tan difícil

Bueno, bueno, bueno... estoy exagerando mucho. Pero es que me gustaba el título para la entrada.

Debo confesar que encontrar un empleo mejor, solicitar una baja voluntaria, y salir de tu empresa por la puerta grande y recibiendo las felicitaciones de tus compañeros es una experiencia que hoy, en el primer trimestre de 2012, parece una quimera.

Que dé gracias aquel que conserva su trabajo.
Afortunado quién, estando en el paro, consigue un empleo.
Pero más afortunado aquel que teniendo un trabajo más o menos aceptable, consigue encontrar uno aún mejor. No todo iban a ser sinsabores en esta vida y tener una oportunidad en un contexto tan negativo como el actual, tiene un valor añadido especial.

Y por muy bien que uno se encontrara en su trabajo, la posibilidad de ganar más dinero, tapa todas las dudas, inquietudes y nostalgias. Suena materialista, pero así es.

El caso es que, como debe ser, mantengo un contacto fluido con la persona que vino a sustituirme. Pudimos convivir unos cuantos días que dediqué a enseñarle lo más importante. Aunque es imposible transmitir en diez días, la experiencia concreta de varios años y por eso me puse a su disposición para cuantas dudas quisiera preguntarme.

El caso es que comentamos un problema concreto y la decisión que tomó no me pareció bien. ¿Pero cómo se le ocurre hacer eso? ¡Porqué no utiliza la cabeza para pensar!
¡Ahora mismo voy a escribirle un correo para que rectifique y haga las cosas como debe! ¿No ha servido de nada todo lo que le he enseñado? ¡No hace ni puñetero caso! ¡Va a desbaratar el trabajo de varios años!

Pues sí. Eso fue lo que pensé cuando me contó como iba a resolver un problema que había surgido. Yo no lo hubiera hecho así e inicialmente me molestó pero... pensé. Y me dije:

- Vamos a ver, tú ya no trabajas ahí. No eres quién para decirle a nadie lo que debe hacer. Esta persona conoce su trabajo y toma sus propias decisiones, aunque no te gusten. Es su responsabilidad. Además, igual eres tú el que está equivocado y atrapado en cierta soberbia que no te deja ver más allá de tus narices.

Y efectivamente, así es. Parece que, a pesar de todo, uno mantiene un cierto vínculo con su anterior empleo y cuesta desconectar. Aún te sientes responsable de tu trabajo y te crees con cierta autoridad moral para decirle a los demás lo que deben hacer. Pero no. No es así. Y tras una breve reflexión llegué a la única conclusión posible: debía callarme la boca.

Además, la persona que ahora ocupa mi anterior puesto de trabajo, además de estar suficientemente cualificada, viene con una visión distinta, no contaminada por mi conservadurismo generado tras años en un mismo lugar.
Hay que aceptar los hechos consumados y es bueno. Lo que sería malo para todos es meterme en el trabajo de otra persona. Lo hará mejor o peor, ya se verá. Y por la cuenta que le trae intentará hacerlo lo mejor posible. Sin duda.

Pero reconozco que... ¡yo no sabía que me iba a costar un pequeño esfuerzo aceptar lo que es tan evidente!

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