domingo, 19 de junio de 2011

El no por el no: justificando gastos.

Recordando ayer los viejos tiempos, evoqué una etapa en cierta empresa rastrera, ruin y miserable donde se miraban con lupa las hojas de gastos.
Funcionalmente me parece correcto que esos gastos se fiscalicen. Está muy bien que gastes donde y cuando nadie te ve y tu empresa te abone sin rechistar, pero eso da lugar a abusos.
Es cierto que en algunas ocasiones, existe la tentación de sisar. No diré que esté a favor ni en contra pero sí que hay extremos.

Un caso típico es facturar un gasto que no se ha producido. Yo digo que he ido a Mallorca a resolver una incidencia: dos días, vuelo, hotel, dietas y... realmente lo pude solucionar desde casa en remoto.
Claro, estoy estafando a la empresa. Pero eso no es posible porque la empresa me exigirá, como es de ley, mis facturas. Hasta ahí correcto.

También es cierto que hay gastos difícilmente justificables. Me compré una lata de Coca-Cola y un sandwich en la máquina del aeropuerto y eso no tiene ticket. Ahí tendrá que ser la buena fe de la empresa. O cogí un taxi del aeropuerto hasta el hotel y ¡con las prisas olvidé pedir el recibo!
En este último caso ¡vaya! aún no habiendo recibo, uno puede entender que tomar un taxi del aeropuerto al hotel es una necesidad objetiva y si la cantidad que se reclama es lógica, tampoco debería haber mayor problema. Pero eso se lo plantea la gente normal en las empresas normales. En las empresas caracterizadas por su mediocridad y su avaricia, donde si pueden racanear un céntimo de euro lo harán... el planteamiento no vale.

Yo hace unos años pasaba hojas de gastos donde los conceptos solían ser kilometrajes y alguna vez (no muchas) aparcamiento. Habitualmente teníamos que acercarnos a un edificio de la organización donde prestábamos servicios que estaba a unos dos o tres kilómetros, en casco urbano y en zona O.R.A. o S.E.R.
Es cierto que el límite de la zona de parquímetros terminaba unos pocos cientos de metros más allá de nuestro punto de destino. También es cierto que el lugar, precioso por cierto, se caracteriza por tener unas cuestas importantes, un trazado urbano algo angosto y ciertos problemas de estacionamiento.

Al principio dábamos una vuelta o dos por la zona justo exterior a la O.R.A. para intentar aparcar gratis. A veces teníamos éxito a veces no. Normalmente el criterio para insistir era la prisa que lleváramos o el peso de lo que tuviéramos que llevar o recoger. Así que, a veces podíamos aparcar gratis y caminar cinco minutos y otras veces poner el papelito.

En una ocasión yo pasé una hoja de gastos normal y corriente. Pero, por descuido o... tal vez lo hice a propósito, no adjunté el ticket de parquímetro correspondiente. No creía que fuera importante porque la cantidad no justificada era de UN EURO.
Un euro no justificado en una hoja de gastos de casi doscientos. Impresionante, ¿no?

Como es obvio, la empresa entendió que me estaba pagando el yate de cuatro palos a base de sisarles un euro aquí y otro allá y me echó abajo la hoja de gastos. Por un euro no justificado.

Claro. Eso ya no volvió a suceder nunca más. Se me olvidaba decir que en los alrededores había un aparcamiento de pago. Se acabó dar vueltas para intentar ahorrarme el parquímetro. Se acabó aparcar en la calle. Llegaba a mi aparcamiento y dejaba el coche como un señor.
Paseíto tranquilo hasta el lugar de trabajo, parando a tomar un café si procedía. O a comprar el periódico. Rato de charla con el personal de la organización. Y una vez terminado, si era la hora de comer... a comer allí mismo en cualquier sitio que me apeteciera. Sin prisa. El parking estaba corriendo, claro, pero ¡paga la empresa!

Así que un ticket de un euro se transformó en bastantes tickets de cuatro o cinco euros.

El hombre sabio sabe ganar perdiendo y perder ganando. Pero eso no se aplica en determinadas empresas.

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