La incorporación.
Pues de todo hay en la viña del señor. Se supone que uno ha superado una oposición más o menos dura y ha de plantearse aprovechar como sea la oportunidad que tiene en la mano. Que ha ganado por sí mismo.
Queda a criterio del Tribunal y supongo que se llevarán el secreto a la tumba si el/los aspirante/s que aprueban la oposición eran los mejores o los menos malos. Una oposición puede quedar desierta, ¿por qué no?
Los Tribunales, naturalmente, no son infalibles. Todos pueden cometer herrores y no sólo mecanográficos. Pero el nuevo empleado público tiene ante sí la difícil tarea de ¡incorporarse!
Y no, esto no es tan simple como parece. Aquí la casuística es inacabable. Desde la espantada sin más, al miedo escénico, al que quiere comerse el mundo o el que quiere renegociar las condiciones laborales desde el primer día.
Pero la vida sigue. Los empleados públicos, como los demás seres vivos, nacen, crecen, toman posesión y solicitan excedencias.
Y colorín, colorado... este cuando apenas ha empezado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario