sábado, 7 de agosto de 2010

El timo de la rusa

No por ser ya bien conocidos algunos de los más populares timos por Internet, dejan de dar juego a los spammers, scammers y demás basura que pulula por la red.
Uno no entiende como la gente puede caer en timos tan burdos. Pero sí. Supongo que es una cuestión de probabilidades. Si le mandan un e-mail a 10.000.000 de personas, es altamente probable que entre ellos haya dos o tres pardillos que creerán que un tipo desconocido ha decidido compartir con él una fortuna guardada en un banco de Nigeria.

Pero a mí, el que más me gusta es el timo de la rusa.
A uno, para que negarlo, muchas veces le confunden por la calle con George Clooney. Pero que el destino, además, decida que una rusa, playmate del mes me haya elegido para compartir conmigo el resto de mi vida sin saber nada de mí, sólo porque alguien le ha pasado mi dirección de correo electrónico me provoca ataques de risa.

El caso es que un día me llega un correo de una muchacha preciosa. Rubia. Con un cuerpazo de impresión. Culta, deportista, inteligente, cariñosa que ha pensado que yo podría ser su media naranja. Y sólo me ha elegido a mí (y a otros 10.000.000 de destinatarios de correo, claro está) para llevar a cabo su sueño. Quiere conocerme más.

Está muy claro que la rubiaca es el personaje interpretado por algún individuo probablemente del este (en eso sí que no mienten) que, por supuesto, no se va a molestar ni en leer mis cartas enamoradas ni, por supuesto, en mandarme cartas personalizadas. Así que vamos a seguirle el juego.

Mi personaje, por el contrario, es un mirlo blanco. Más o menos joven, viudo, con muchísimo dinero y poquísima cultura que, aunque no pensaba volver a enamorarse, la posibilidad de echar una canita al aire le motiva.

Normalmente, en estos casos, después de un intercambio epistolar, la rubia te pide dinero para mover unos papeles, inmigración, permisos, billete de avión, etcétera. En el caso de mi personaje, no le dí ni opción. Le dije, después de dos o tres misivas, que me dijera su dirección que volaría a Moscú, alquilaría un coche y me presentaría en su casa a verla fuera como fuera.
Pero eso sí, que en cuanto pisara tierra rusa la llamaría para que fuera abriéndose de piernas porque llegaba la infantería española.

Lógicamente, la rusa se espantó y los correos se terminaron. ¡Mira que son estrechas estas scammers!

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