domingo, 3 de octubre de 2010

Trabajar en el sector informático (III). Enemigos ocultos.

Vaya por delante mi absoluto respeto y agradecimiento hacia el personal de limpieza que con su importante labor, consigue que todos disfrutemos de un entorno laboral agradable.
Mis disculpas también, en nombre del colectivo informático, porque a veces somos un poquito dejados y dejamos las huellas de nuestro trabajo en las mesas, en el suelo y en lugares realmente insospechados.

He llamado a esta entrada Enemigos ocultos. Por favor, que nadie vea animadversión, menosprecio u hostilidad sino justamente todo lo contrario. Ya se sabe que los informáticos y el personal de limpieza es lo que las empresas suelen subcontratar. Sólo por esa razón, debería surgir una camaradería espontánea entre ellas y nosotros.

Digo ellas porque casi siempre son mujeres. No entro a valorar un eventual transfondo machista de la cuestión, me limito a constatar que casi siempre son mujeres quienes adecentan nuestros espacios de trabajo con la mejor de sus intenciones. Pero eso, a veces, resulta un problema.

En alguna ocasión, si no estoy en mi puesto de trabajo y escucho como limpian el teclado de mi ordenador inmediatamente mi corazón empieza a latir desbocadamente. ¿Bloqueé el equipo antes de levantarme de la silla? Si no lo bloqueé, ¿tendría en pantalla un escritorio remoto de algún servidor critico? ¿Tenía una consulta drop critical_table a falta de hacer el commit?

Hace unos años, un viernes por la tarde, nos las prometíamos muy felices. La comida con los compañeros era casi el acto de cierre semanal y prácticamente estabamos esperando la hora de la salida para marcharnos cuando nos llamaron para informarnos que determinado sistema informático crítico no funcionaba.

Tras la revisión in situ, aparecemos en la sala de servidores y nos la encontramos en un silencio sepulcral. ¡Todos los servidores estaban apagados!
Que no cunda el pánico. Levantémoslos uno por uno según el procedimiento establecido.

Dicho procedimiento podía tenernos como media hora arrancando el sistema debido a que había que arrancar las máquinas en un orden determinado, esperar que se levantaran determinados servicios, meter algunos passwords, etcétera.

El caso es que cuando teníamos uno o dos servidores arrancados, el automático volvía a saltar.
Revisamos los cuadros de luces por varias plantas y todo parecía supuestamente en orden. Sin embargo el famoso cuadro diferencial saltaba cada vez que lo conectábamos. No podíamos seguir adelante y estábamos poniendo en peligro la integridad de las propias máquinas.

Vete a buscar al electricista un viernes por la tarde... pero lo encontramos. Se viene con nosotros, cambia el automático y... ¡sigue saltando! Algunas maldiciones, algunas pruebas más y, después de verificar todo lo verificable aislamos el problema.

Uno de los enchufes de la sala, encastrados en el suelo, estaba húmedo. Y estaba húmedo porque alguien había estado fregando y no había escatimado agua ni lejía.
Por tanto, estaba comunicado, saltaba y tiraba toda la red eléctrica. Obviamente el SAI se había agotado rápidamente mientras nosotros estábamos comiendo (nada de alarmas, ni SMS, ni nada) y terminada la alimentación, todo se había venido abajo.

El electricista sustituyó el enchufe que, eso sí, estaba reluciente y desinfectado y pudimos comenzar la secuencia de encendido sin problemas. Por supuesto, como podéis imaginar, contestando cada cinco minutos una llamada de teléfono preguntando cuando iba a funcionar el sistema.

Tuvimos suerte, la verdad, porque a las diez de la noche ya habíamos terminado. Pero si pillamos a la persona responsable del desaguisado, una colleja si que se lleva.

En otra ocasión, teníamos un problema de telefonía bastante molesto. Varias extensiones hacían un ruido horrible que a veces obligaba a pedir al interlocutor que repitiera sus palabras.
Esto era incómodo pero llevadero. Hasta que algunas extensiones empezaron a fallar.
Más divertido aún, algunos teléfonos simplemente sonaban y sonaban y no había forma de hacerlos callar. Pero, lo que fue peor es que, finalmente la centralita se bloqueó y ya no funcionaba ninguno de los teléfonos de la oficina.

¿Qué había pasado? Esto lo supe algo después.

Teníamos un repartidor Krone en una bajante. En su momento hubo una avería de agua y el repartidor recibió lo suyo. Cuando lo desmontaron para sustituirlo, había contactos quemados y sulfatados lo que explicaba tanto los problemas en las extensiones como los propios bloqueos de la centralita que, de hecho, pudo haber sufrido daños permanentes debido a estos cortos.

Quitaron el repartidor y lo colocaron -a petición mía- fuera de la bajante. Estéticamente horroroso pero funcionalmente perfecto. Desde aquel momento no hubo ningún problema, no falló ninguna extensión y la centralita no volvió a bloquearse.

Y aunque no ha sido experiencia directa mía, me consta que ha habido averías eléctricas provocadas por mordeduras de rata. Como decía, a veces los informáticos tenemos enemigos ocultos.

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