martes, 17 de agosto de 2010

Averías de software

Conocí una empresa, de cuyo(s) nombre(s) no quiero acordarme, dedicada al mantenimiento informático o "delivery" en la que se gestionaban y solucionaban "averías".
Sólo el uso del término avería ya denota la mentalidad empresarial de aquella organización: reparar. Se dedicaban a la informática como podrían haberse dedicado al aire acondicionado o a máquinas de coser. Cambiar piezas, limpiarlas y ajustarlas.
Cuando yo sufro una avería, es que se me ha roto la correa de la distribución del coche, el frigorífico no enfría o tengo que subir andando porque no funciona el ascensor. Eso es una avería, algo que ha de ser reparado en un taller o por un técnico.
Por el contrario, si hay un error lógico en una base de datos eso a mí me cuesta calificarlo como avería.

Esta empresa tenía un pasado más o menos representativo en el sector del mantenimiento de hardware en los años 90. Eran años en los que un técnico podía fácilmente facturar más de 150.000 pesetas ¡de hace veinte años! por cambiar el fusor de una impresora. En una simple mañana de trabajo. Años en los que (supongo) un técnico hardware era bien valorado y sobre todo bien pagado.

El caso es que, veinte años después, seguían manteniendo los mismos esquemas mentales centrados en el hardware y lo aplicaban a todo. Y los dispatchers, tres cuartos de lo mismo.

En una ocasión me enviaron a revisar una "avería" de software. Una aplicación desplegada sobre JBoss no funcionaba correctamente.
Evidentemente había algún tipo de inconsistencia en la capa de base de datos y eso provocaba el error. Algo que deberían solucionar los administradores de la aplicación en su servidor de bases de datos y no un técnico de campo. Pero de nada sirvieron mis alegaciones, había que ir a verlo presencialmente.

Aunque el tema estaba claro había que hacer el paripé. Actualizar software, virus negativo, conectividad O.K.
Aquello, por supuesto, seguía sin funcionar. Evidentemente el cierre de la "avería" consistió en escalarla al departamento correspondiente. Como por aquel entonces, todavía me sorprendía; para mi sorpresa, al día siguiente me la volvían a rebotar.

Discutir con mis dispatchers o tratar de convencerlos de lo futil que eran mis esfuerzos fue como entrar en una relojería y pedir un kilo de panceta. Lo mismo.

Reflexionando ahora sobre el tema, debería haber cambiado las memorias, el disco duro y la placa base del equipo; habría perdido un día completo y la aplicación seguiría sin funcionar, pero así mis dispatchers se habrían quedado satisfechos.

De donde no había, no se podía sacar. Y creo que así siguen...

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