miércoles, 17 de agosto de 2016

Las aventuras de buscar un empleado público - capítulo 8

Los aspirantes muy aspirantes y mucho aspirantes.
Bueno, pues ya está casi todo el bacalao vendido. El aspirante ya ha escrito todo lo que tenía que escribir y ahora se enfrenta al Tribunal. Esos hombres despiadados.
Bueno, en ocasiones los jueces pueden ser benévolos.

Un mal ejercicio puede levantarse en la defensa oral. Como un buen ejercicio puede echarse abajo con un mala defensa.

En apoyo a los miembros de Tribunal hay que decir que no son profesionales de RR.HH. Que por tanto no harán las mismas preguntas gilipollas inapropiadas que podrían plantearse en una entrevista en el sector privado.


Así que no se oirán cuestiones como: - ¿qué prefiere usted trabajar sólo o en equipo?

Varios miembros del Tribunal tendrán que ser del mismo cuerpo al que se oposita. Es decir, serán tus compañeros. En algunos casos, directos. Por tanto, saben de qué va el trabajo, saben qué se necesita y saben qué clase de persona no querrían tener en el equipo.



Así que tonterías las justas. En esta etapa del proceso de selección las cosas están ya bastante definidas. Esta última parte viene a ser un último filtro, una aproximación al detalle de la persona del candidato que hasta el momento no se ha podido practicar y, naturalmente, una manera de elaborar una relación ordenada desde el mejor hasta el peor. O diría menos bueno porque, y no lo digo por quedar bien, normalmente ninguno de los candidatos que llegan aquí es malo. Evidentemente habrá matices y diferencias entre ellos y de eso se trata.

Si algún miembro del Tribunal se levanta con el paso cambiado puede apretarle las clavijas al candidato. Esto ¡ojo! no necesariamente es premeditado. Quizá una pregunta inocente y carente de segunda intención puede ser interpretada por el candidato como un desafío o ¡casi! una ofensa.

Adrede o no, puede un candidato encontrarse sin previo aviso bajo presión y de como resuelva la situación dependerán las posibilidades de tener éxito en el proceso de selección.

Puede suceder, y de hecho sucede, que el aspirante pierda los nervios totalmente. Y aquí la casuística es ilimitada. Desde desmoronarse hasta enfrentarse y discutir a gritos con el Tribunal.
En ambos casos su suerte está sellada.

Quizá un candidato que gusta comience tímidamente, pero acaba relajado, transmitiendo confianza. Si lo consigue su valoración será mejor.
Es el opositor el que se somete al Tribunal. Y es el Tribunal el que quiere que sean los opositores el Tribunal.
No importa equivocarse o no saber responder a una pregunta. No quedarse en blanco, boquiabierto en plan ¡me ha pillado! No, no, no. Hay que saber salir por la tangente, tener cintura. Ser positivo y usar todas las posibilidades del lenguaje. Y, por supuesto, el no verbal.

Si te pica la nariz, ¡ráscatela coño! No vas a estar el resto de la defensa incómodo. Te pondrás nervioso y lo harás peor. Otra cosa es que te estés rascando compulsivamente todo el rato. Eso demuestra que estás nervioso y que no puedes controlarte.

Unas pocas tilas, llegar con calma. Buena presencia, asertividad, no tener miedo y confiar en uno mismo. Con eso, las posibilidades de éxito aumentan exponencialmente.

El Tribunal se retira a deliberar.
Escuchadas todas las defensas, el Tribunal se reunirá y pondrá en común las notas, comentarios y valoraciones. Me atrevería a decir que en este proceso los miembros del Tribunal rara vez mostrarán discrepancias.
Tras varios meses trabajando juntos, es casi inevitable que surja cierta sintonía entre todos y que los puntos de vista sean relativamente próximos. No tiene por qué haber unanimidad pero sí que se detecta (y creo pensar que sucede casi siempre) una tendencia a coincidir en los criterios.

El penúltimo acto consiste en la elaboración de la lista de candidatos. Por desgracia no pueden pasar todos. En algunos organismos, superando una cierta puntuación apruebas la oposición pero no te garantizan la plaza. Puedes quedar en reserva o en bolsa de trabajo. Es algo frustrante pero ¡vaya!, has llegado muy lejos, no lo has hecho nada mal pero, simplemente alguien fue mejor.


Puede que ese alguien no llegue a presentarse. Tal vez porque encontró otro trabajo mejor (la gente suele participar en varias oposiciones en paralelo) O quién se presenta pues... no funciona. El caso es infrecuente pero no imposible.

Si hay lista de aspirantes, el turno correrá y puede que alguien que se quedó fuera llegue a incorporarse.

En otros organismos no pueden aprobar más opositores que plazas se han ofertado. Son las bases publicadas y punto. Con eso hay que jugar. Por tanto los aspirantes que no superan la oposición se tienen que ir a su casa. Seguro que la mayoría habrían cubierto de sobra el mínimo exigido para el puesto de trabajo. Pero... la vida es dura.

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